Mujeres de un colectivo de mujeres dalit tamiles de la India rural se reúnen para debatir futuras acciones, entre ellas la lucha contra la extracción de arena en su región.

© IRD – Isabelle Guérin

El papel del género en el desarrollo

Updated 13.04.2021

Ya sea en la escuela, en sus relaciones familiares, en el hospital o en los tribunales... las mujeres del Sur se enfrentan a diario a la desigualdad. A pesar de los muchos avances logrados en los ámbitos de la educación, la sanidad y el derecho, las mujeres tienen menos probabilidades que los hombres de acceder a la universidad y a un trabajo remunerado, están sometidas a presiones sociales y son más vulnerables que los hombres a las enfermedades y los riesgos sanitarios. A pesar de todo, en América Latina, Asia y África, las mujeres se organizan a través de redes asociativas y colectivos locales para poner en valor su trabajo, afirmar su papel social y contribuir al desarrollo de sus comunidades. Las investigaciones llevadas a cabo por los científicos del IRD y sus socios arrojan luz sobre los diferentes obstáculos y, al mismo tiempo, sobre las esperanzas.  

Alumnas de la isla de Java (Indonesia) muestran con orgullo sus exámenes.

© IRD – Christophe Z. Guilmoto

¿Escolarizar a las niñas deconstruye la desigualdad?

En el año 2000, los 181 países que participaron en el Foro Mundial de la Educación de Dakar, auspiciado por la Unesco, se comprometieron a garantizar que todos los niños y niñas accedieran a la educación primaria y que pudieran hacerlo en pie de igualdad.  La escolarización de las niñas habría de permitir su emancipación y acceso al mercado laboral y, por ende, el desarrollo económico de los Estados. 

¿El balance 20 años después…? Según el Índice de Paridad de Género (IPG) de la Unesco, calculado a partir de las tasas de asistencia escolar, la igualdad se ha alcanzado en la educación primaria y secundaria en todo el mundo. De este modo, el IPG ha pasado en la educación primaria de 0,91 a 0,98 aprox. entre 1995 y 2019; de 0,90 a 0,99 en el primer ciclo de secundaria, y de 0,85 a 0,99 en el segundo cicloGlobal education monitoring report 2020 / Gender Report / Unesco1.

Más niñas en primaria...

Aunque se han producido avances generales en la paridad de género en todo el mundo, existen grandes diferencias regionales: en la India y en América Latina, la tasa de escolarización de las niñas ha aumentado considerablemente superando, en ocasiones, a la de los niños. Por el contrario, en algunos países africanos (Chad, Guinea, etc.) y de Asia Central (Afganistán, Pakistán), la progresión del IPG ha sido menor, situándose en 0,9, a pesar de los compromisos adquiridos. 

El IPG permite reflejar la evolución de la paridad de género en la educación.

© Source UIS Database - Global education monitoring report 2020 / Unesco

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“Estos cambios han sido posibles gracias a nuevas políticas públicas y a las inversiones de gobiernos y donantes internacionales en la oferta educativa”, explica Marie-France Lange, socióloga del CEPED. “La democratización política, especialmente en África, ha proporcionado a los padres un periodo de estabilidad y paz que ha hecho que se sientan más seguros de cara al futuro y que envíen a sus hijos a la escuela. Con el aumento del número de escuelas privadas y comunitarias, también han tenido más opciones educativas. La escuela se considera ahora indispensable, incluso para las niñas, incluso entre las poblaciones más desfavorecidas”.  

© IRD - Jean-Pierre Guenguant

Cartel de concienciación sobre la escolarización de las niñas, Benín.

... pero obstáculos en secundaria

Aunque el acceso a la educación primaria ha mejorado, sigue habiendo obstáculos para acceder a la secundaria, especialmente de segundo ciclo.  Así pues, mientras que el 51 % de los países lograron la paridad de género en la educación secundaria inferior (primer ciclo) en 2018 –respecto al 45 % en 1995–, solo el 24 % de los países lo consiguieron en la educación secundaria superior (segundo ciclo) ese mismo año –respecto al 13 % en 1995. 

Las adolescentes siguen teniendo dificultades para acceder a la educación secundaria.

© IRD- Olivier Evrard

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Esto se debe a que no hay suficientes escuelas públicas para todos los estudiantes, sobre todo en las zonas rurales. El carácter gratuito de la enseñanza es un factor fundamental para que las niñas puedan ser escolarizadas: si hay que pagar, un niño tendrá prioridad frente a sus hermanas. La disponibilidad de agua dentro del hogar también puede suponer un problema. Estudios realizados en Mali han demostrado que un suministro de agua cerca del hogar aumenta la probabilidad de que los niños, y especialmente las niñas, asistan a la escuela en un 25 % aproximadamente. El tiempo que hubieran empleado en ir a por agua se dedica a nuevas actividades, como la educación.

El agua es también una cuestión esencial en la propia escuela. Las adolescentes se enfrentan a infraestructuras poco inclusivas: los aseos separados por sexo son escasosUna quinta parte de las escuelas primarias no contaban con instalaciones de aseo básico independientes en 2018.1. La dificultad para acceder a un suministro de agua y la escasez de este bien tan preciado en las escuelas también provoca el absentismo cuando las niñas tienen la menstruación. Como resultado, 335 millones de alumnas de primaria y secundaria carecen en todo el mundo de instalaciones básicas para la higiene menstrual. 

“La cuestión de la seguridad también es importante”, dice Marie-France Lange. “En algunos países, y dependiendo de su posición social, los padres temen que sus hijas sean acosadas y violadas al ir y volver de la escuela, o en la propia escuela, por sus compañeros varones o por el personal. Mientras no haya voluntad política para contrarrestar esta violencia de género y no haya condena legal, los padres preferirán mantener a sus hijas adolescentes en casa para protegerlas en lugar de enviarlas a la escuela”. Por último, en algunas regiones, como Asia Central y el África subsahariana, las presiones sociales suelen truncar las aspiraciones educativas de las jóvenes. “La escuela no se ve necesariamente como algo esencial y positivo para su futuro papel de madres y esposas”, añade. Además, algunas familias prefieren casarlas pronto antes que enviarlas a la escuela. En los países en los que se permite el matrimonio a edades muy tempranas –menores de 16 años–, la matriculación de las niñas en la escuela secundaria es muy baja”.   

La escolarización de las adolescentes va acompañada de un incremento de la edad del primer matrimonio y supone una incipiente autonomía a la hora de elegir el marido o la posibilidad de acceder a un trabajo remunerado. Por ejemplo, en Senegal, donde hay más niñas que niños matriculados en primaria y secundaria, la edad media del primer matrimonio pasó de 16,4 años a 20,4 años entre 1986 y 2018.

La construcción del género

Las niñas suelen encargarse de la limpieza de la escuela, como aquí, en la provincia de Diên Biên, en Vietnam.

© IRD - Nolwen Henaff

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Pese a estos efectos positivos, la escolarización masiva no ha supuesto una reducción sistemática las desigualdades de género. Puesto que, incluso en la escuela, a las niñas se les recuerda cuál es su función en la sociedad. Por ejemplo, las alumnas beninesas son las encargadas de limpiar el aula y el patio durante el recreo. Los profesores les piden que vayan a por agua y den la merienda a los más pequeños mientras los chicos juegan. Además, los estereotipos de género sobre el papel de hombres y mujeres están presentes en los libros de texto, ya sea en África, Asia o América Latina: los niños pequeños suelen ser aparecer como héroes, haciendo actividades muy valoradas, y las niñas como sus apéndices, principalmente realizando tareas domésticas o relacionadas con el cuidado de niños o ancianos. 

“La escuela legitima y refuerza la construcción del género que comienza muy pronto en la familia”, dice Bénédicte Gastineau, demógrafa del LPED. “Se forma a las jóvenes para que cumplan su futuro papel de mujeres. Con muy poca presencia en la enseñanza superior –en Cotonú, por ejemplo, el 75 % de los estudiantes son varones– el techo de cristal de la educación es muy bajo. En este sentido, la escolarización por sí sola no permite a las jóvenes emanciparse. El contexto social y económico es clave: una adolescente de familia acomodada en una ciudad grande podrá recibir una educación mucho más elevada que una niña de clase humilde que vive en una aldea remota”.  

Emigrar para formarse

En el África subsahariana, muchos y muchas adolescentes rurales eligen otro tipo de formaciones. Emigran a la ciudad para aprender un oficio, generalmente manual: costura, restauración, mecánica... La distancia geográfica les libera de las obligaciones familiares cotidianas: los chicos  ya no tienen que ocuparse de las tareas agrícolas y las chicas ya no tienen que cuidar de sus hermanos pequeños. Estas últimas, no obstante, suelen vivir en la ciudad con otros miembros de la familia y se les suele asignar tareas domésticas, principalmente a cambio de alojamiento y comida. 

“Esta carga de trabajo doméstico y cuidados, específica de las adolescentes, las limita, sobre todo en relación con su educación”, afirma Mélanie Jacquemin, socióloga del LPED. “Solo pueden ir a clase por la mañana o por la tarde, por ejemplo, mientras que los chicos, que no tienen que realizar estas actividades, pueden pasar todo el día en el taller”. “Si bien no se cuestionan estas tareas domésticas”, continúa la investigadora, “el hecho de ir a formarse hace que se proyecten hacia modelos y trayectorias de éxito social que, en estas clases sociales, suelen esperarse más de los chicos”.  

© IRD - Mélanie Jacquemin

En Ziguinchor (Senegal), muchos chicos y chicas adolescentes se forman en talleres de costura.

Estas jóvenes migrantes sostienen un discurso más igualitario respecto a los roles de hombres y mujeres en la sociedad, y consideran que las chicas también pueden ser mecánicas y los chicos cocinar o hacer tareas domésticas.  “Pero, según se van haciendo mayores, la presión social aumenta y sus mayores (hombres y mujeres) les recuerdan constantemente las normas sociales y la necesidad de acatarlas”.  

“Los donantes internacionales quisieron utilizar la escolarización masiva de niñas como herramienta de desarrollo. Pero estos programas se alejan a veces demasiado de la realidad socioeconómica.  Un enfoque a menor escala podría aportar soluciones concretas: en África Oriental, por ejemplo, una ONG ofreció copas menstruales a las jóvenes que se ausentaban de la escuela una vez al mes, lo que les permitió asistir a la escuela de forma continuada. Este tipo de enfoque, más realista, es otra manera de facilitar el acceso a la educación de las jóvenes y deconstruir paso a paso las desigualdades de género”, concluye Mélanie Jacquemin. 


 

    • Marie-France Lange, CEPED (IRD / Université de Paris)

      Bénédicte Gastineau, LPED, (IRD / Aix-Marseille Université)

      Mélanie Jacquemin, LPED, (IRD / Aix-Marseille Université)

    • Mélanie Jacquemin, Doris Bonnet, Christine Deprez, Marc Pilon, Gilles Pison (dir.), 2016. Être fille ou garçon. Regards croisés sur l'enfance et le genre. Paris, INED, coll. « Questions de population ».

      Thorsen D., Jacquemin Mélanie, 2015. "Temporalités, savoir-faire et modes d'action des enfants travailleurs migrants au sein de la parenté élargie en Afrique de l'Ouest", Canadian Journal of African Studies, 49 (2), 285-299.

      Bénédicte Gastineau, Eve Senan Assogba. Proposer une lecture genrée de la cour de récréation dans les écoles primaires à Cotonou (Bénin). Adjamagbo Agnès, Gastineau Bénédicte. Le genre dans les recherches africanistes, LPED, AMU, IRD, 2017, 979-10-967630-2-3

      Bénédicte Gastineau, Josette Gnele, Saturnine Mizochounnou. Pratiques scolaires et genre dans les écoles primaires à Cotonou. Autrepart - revue de sciences sociales au Sud, Presses de Sciences Po (PFNSP), 2016, 74-75, pp.3-22

      Bougma M., Lange Marie-France, LeGrand T.K., Kobiané J.F. Stratégies reproductives à Ouagadougou : le rôle de la scolarisation des enfants. Autrepart, 2016, 74-75 (2015), p. 23-46. ISSN 1278-3986

      Lange Marie-France. La scolarisation primaire universelle est pour demain !. In : Courade Georges (dir.). L'Afrique des idées reçues. Paris : Belin, 2016, p. 399-404. (Mappemonde). ISBN 978-2-7011-9706-7

    • Carole Filiu Mouhali

    Mujer vendiendo salsas y pastas caseras en un mercado de la ciudad de Bandiagara (Malí).

    © Flickr - Irina Mosel / ODI

    En el África subsahariana, emancipación familiar con condiciones

    A finales de los años 70, las economías africanas se vieron afectadas por la crisis mundial del petróleo. El FMI y el Banco Mundial impusieron a los países en desarrollo planes de ajuste estructural (PAE): austeridad económica, privatización de empresas públicas, liberalización del comercio exterior... Estas medidas golpearon rápidamente a las sociedades africanas. Los funcionarios, en su mayoría hombres, perdieron su empleo y no pudieron mantener a sus familias. “Al estar desempleados, los hombres vieron cómo se deterioraba su estatus social”, señala Agnès Adjamagbo, sociodemógrafa del LPED. “Las mujeres tomaron entonces el relevo: los ingresos generados por sus actividades, en su mayoría en el sector informal, se volvieron imprescindibles para cubrir los gastos cotidianos: alquiler, escolarización de los niños, atención sanitaria, etc.”.   

    Las mujeres trabajan principalmente en el sector informal, como esta mujer de Gabón, secando el pescado.

    © IRD - Hubert Bataille

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    En la actualidad, en África Occidental y Central, las mujeres siguen trabajando en gran medida en el sector informal, dado que tienen menos formación que los hombres. Aunque va en aumento, el acceso de las jóvenes a la enseñanza superior sigue siendo minoritario en estas regiones. Las mujeres son, en su mayoría, autónomas o trabajan en pequeñas empresas familiares en sectores categorizados como femeninos: restauración, artesanía, agricultura, venta ambulante, etc.

    No obstante, aunque muchas mujeres se encuentran en una dinámica de supervivencia, algunas de ellas están mejor formadas y acceden a puestos de trabajo mejor pagados en empresas públicas o privadas, o han ascendido a puestos tradicionalmente reservados a los hombres. En ciudades costeras como Lomé o Cotonú, las mujeres empresarias tituladas en universidades europeas o americanas van progresivamente haciéndose un hueco en el mundo empresarial. 

    Doble carga, doble jornada

    ¿El acceso al mercado laboral ha hecho que las mujeres sean iguales a los hombres dentro de la familia? No necesariamente: incluso hoy en día, las mujeres siguen sufriendo la “doble carga”: aparte de su trabajo fuera de casa, asumen las tareas domésticas. La independencia económica que han adquirido no les ha dado sistemáticamente más poder dentro del hogar. 

    Grifo bloqueado en la urbanización legal y acondicionada de Wemtenga, en Uagadugú (Burkina Faso).

    © IRD - Stéphanie Dos Santos

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    La gestión del agua dentro del hogar puede ser indicativa de esta desigualdad. En los casos en los que los hogares cuentan con un grifo en el patio o dentro de casa, las mujeres pueden llegar a depender de la buena voluntad de sus maridos. Dado que los hombres suelen asumir los gastos más importantes del hogar, suelen controlar el acceso al grifo para evitar facturas demasiado elevadas. “Pueden, por ejemplo, poner un candado en el único grifo del patio si consideran que se está desperdiciando agua”, explica Stéphanie Dos Santos, sociodemógrafa del LPED. “A partir de ahí, las mujeres tienen que organizarse para gestionar las existencias. Y a pesar de estas responsabilidades dentro del hogar, siguen sin participar suficientemente en la gestión del agua a nivel comunitario o más global, a pesar de los esfuerzos de los donantes internacionales”.   

    Aunque la independencia económica hace que los más ricos puedan delegar las tareas del hogar en el personal doméstico, en su mayoría mujeres, el hombre sigue siendo el único cabeza de familia legítimo, sea cual sea su origen social. Según el ideal social, el hombre ha de tener una buena situación económica y mantener a toda la familia, incluso extensa.  Así pues, las mujeres ocultan a su entorno su contribución a los gastos del hogar para no ensombrecerlo.

    © IRD - Alain Rival

    El tiempo de trayecto alarga aún más las jornadas de las mujeres, entre la gestión del hogar, los hijos y el trabajo.

    “La primacía de lo masculino sobre lo femenino sigue vigente”, continúa Agnès Adjamagbo. “La institución familiar vela por que se mantenga este funcionamiento normativo. Una mujer soltera trabajadora, que se gana la vida decentemente y mantiene a su familia, sufre fuertes presiones para casarse. El matrimonio es un paso ineludible para la realización de las jóvenes: hasta que no se casan, no se sienten respetables ni respetadas”. 

    © robertharding / Alamy Banque D'Images

    Celebración de boda en un pueblo del sur de Níger.

    Procrear

    Después del matrimonio, la presión para tener hijos afecta significativamente a las ambiciones profesionales de las mujeres, resultándoles difícil posponer sus planes de maternidad. “Demostrar tu fertilidad y dar a luz a tres o cuatro hijos sigue siendo muy valorado socialmente”, afirma la investigadora. Ante una situación así, el personal médico es reacio a recetar anticonceptivos a las jóvenes recién casadas, pues se espera que tengan un hijo en el primer año de su matrimonio. Las mujeres también son reacias a utilizar la píldora o el DIU, pues ambos se asocian a la promiscuidad sexual y a efectos adversos para la salud.   

    La anticoncepción de emergencia ofrece a veces una alternativa a quienes no desean tener hijos, así como el aborto en caso de embarazo no deseado. Una solución peligrosa en estas regiones, donde la legislación es muy restrictiva al respecto.

    Estrategias para existir

    Para sortear las desigualdades de género, las mujeres adoptan estrategias de resistencia evitando las reivindicaciones frontales. Conscientes de las presiones a las que se enfrentan, utilizan ciertas palancas para intentar existir como individuos. 

    Este es el caso de las comerciantes senegalesas, que se unen a asociaciones religiosas y organizan eventos para ampliar su red, establecer relaciones al más alto nivel y contar con el apoyo de los dignatarios religiosos. “Las redes empresariales y financieras están reservadas a los hombres”, afirma Sadio Ba Gning, socióloga de la Universidad Gaston Berger de Saint-Louis (Senegal). “Así pues, las mujeres utilizan la religión como una fuente de identidad: la iglesia o la mezquita les proporcionan recursos materiales, como un local para una tienda, así como recursos relacionales y simbólicos. Las oraciones y bendiciones también pueden considerarse un apoyo psicológico”. 
     

    © MARKA / Alamy

    Mujeres agolpadas frente a la Gran Mezquita de Touba durante la peregrinación del Gran Magal en Senegal.

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    Por último, algunas mujeres solteras muy comprometidas con su carrera profesional no dudan en casarse con un hombre polígamo y aceptan convertirse en una segunda o tercera esposa. Esto les permite seguir trabajando y viajando porque sus maridos no están muy presentes. El éxito económico de las mujeres se basa, pues, en un equilibrio entre su necesidad de libertad y adaptarse a las imposiciones en el ámbito del matrimonio y la maternidad. La emancipación es real pero está condicionada. 

    • Agnès Adjamagbo, LPED (IRD, Aix-Marseille Université)

      Sadio Ba Gning, Université Gaston Berger de Saint-Louis

      Stéphanie Dos Santos, LPED (IRD, Aix-Marseille Université)

    • Agnès Adjamagbo. Femmes africaines et vulnérabilité, la situation est-elle en train de changer ? Adjamagbo, Agnès (ed.); Gastineau, Bénédicte (ed.); Golaz, V. (ed.); Ouattara, Fatoumata (ed.). La vulnérabilité à l'encontre des idées reçues, LPED, p. 34-51, 2020, Les Impromptus du LPED (FRA), 979-10-967630-8

      Agnès Adjamagbo, Bénédicte Gastineau, Norbert Kpadonou,Travail-famille : un défi pour les femmes à Cotonou. Recherches féministes, 2016, 29, pp.17-41

      Stéphanie dos Santos, Madeleine Wayack Pambè. Les Objectifs du Millénaire pour le développement, l’accès à l’eau et les rapports de genre. Mondes en Développement, De Boeck, 2016, 174 (2), pp.63-78. 10.3917/med.174.0063

      Stéphanie dos Santos, G. Sangli. Tous les ménages vivant dans les zones informelles sont vulnérables aux risques environnementaux ? Adjamagbo, Agnès (ed.); Gastineau, Bénédicte (ed.); Golaz, V. (ed.); Ouattara, Fatoumata (ed.). La vulnérabilité à l'encontre des idées reçues, LPED, p. 78-89, 2020, Les Impromptus du LPED (FRA), 979-10-967630-8-5

      Sadio Ba Gning, Cheikh Sadibou Sakho, Marie-Thérèse Sène, Joseph Grégory, Les trajectoires familiales et les dynamiques de réseaux sociaux d’entrepreneures à Saint-Louis du Sénégal, DO  - 10.2307/j.ctvggx3tg.15

    • Carole Filiu Mouhali

    Una adolescente recibe la vacuna del VPH (virus del papiloma humano, causante del cáncer de cuello de útero) en un centro de enseñanza media de São Paulo (Brasil).

    © WHO / PAHO

    Salud: vulnerabilidades de género

    La salud es un tema importante en las relaciones sociales de género en todo el mundo, pero en el Sur aún más. Aquí es donde se concentran las desigualdades entre hombres y mujeres, ya sea en el acceso a la asistencia o en caso de enfermedad. Las mujeres son quienes suelen ocuparse de los enfermos de la familia, niños, adultos o ancianos. Se encargan de los cuidados (o careConcepto de las ciencias sociales que abarca tanto el hecho de responsabilizarse de las personas dependientes y vulnerables como el hecho de participar en esos cuidados. en inglés), concepto que tradicionalmente se contrapone, en el ámbito de la salud, al hecho de curar (cure), tratar la enfermedad.  Ellas son quienes acuden a los centros médicos, compran los medicamentos y gestionan los diferentes aspectos derivados del cuidado. 

    Una adolescente recibe la vacuna del VPH (virus del papiloma humano, causante del cáncer de cuello de útero) en un centro de enseñanza media de São Paulo (Brasil).

    © WHO / Mark Nieuwenhof

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    “En África, en el ámbito de la lucha contra la malaria, se distribuyen gratuitamente mosquiteras para las mujeres embarazadas y niños de 0 a 4 años", explica Marc Egrot, antropólogo y médico de la UMR LPED. “Las mujeres son en su mayoría las que vienen a recoger las mosquiteras y las que se ocupan de ellas a diario. Asimismo, cuando los equipos sanitarios organizan sesiones de vacunación, las mujeres son mayoría. Los mensajes de educación sanitaria se dirigen principalmente a las mujeres y refuerzan su papel como responsables de la salud de los miembros de su familia”.  

     

    Punto de suministro de agua en Wankam, región de Tillabéri, Níger.

    © IRD – Tahirou Amadou

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    Esta responsabilidad se traduce en una carga de trabajo adicional en el día a día, por ejemplo, con respecto al acceso al agua. Por lo general, las mujeres y las niñas velan por que el agua disponible en el hogar sea de calidad y en cantidad suficiente, y organizan su tiempo en función de las posibilidades de encontrarla. “En el África subsahariana, sólo el 33% de los hogares urbanos tienen agua en sus casas", afirma Stéphanie Dos Santos, sociodemógrafa del LPED.  “Cuando el agua está disponible únicamente en un punto de suministro colectivo, las mujeres quizás tengan que levantarse en mitad de la noche para ir a buscarla. Estas dificultades les generan estrés físico e incluso ansiedad si las mujeres viven en barrios con altos niveles de inseguridad”. 

    Dificultades para protegerse y cuidarse a sí mismas

    Además de la carga mental que supone ser responsables de la salud de sus hogares, las mujeres son más vulnerables a las enfermedades e infecciones. Por ejemplo, es más probable que tengan dificultades para mantener relaciones sexuales seguras y, por tanto, protegerse de las infecciones de transmisión sexual: sida, virus del papiloma humanoVPH, un virus que puede causar cáncer de cuello de útero, hepatitis, sífilis, etc. Si el hombre no quiere utilizar preservativo, rara vez negocian.  

    © IRD - Jean-Pierre Guenguant.

    Campaña de lucha contra el sida en Togo: se recomiendan la abstinencia y la fidelidad como medios para combatir las enfermedades de transmisión sexual.

    Y cuando caen enfermas, las mujeres suelen depender de sus maridos para ser atendidas. Si la mujer es económicamente dependiente, su marido debe acceder a pagar la consulta y concederle tiempo, liberándola de sus tareas domésticas, para que pueda ir al médico. El cribado del VPH, por ejemplo, es esencial para impedir que la infección evolucione en cáncer. “El 90 % de los cánceres de cuello de útero se dan en el África subsahariana”, afirma Alexandre Dumont, médico y epidemiólogo especializado en reproducción. “Pocos hombres conocen la enfermedad, pese a que son ellos quienes pueden facilitar que las mujeres se hagan la prueba. Las relaciones de género se ven agravadas por las desigualdades socioeconómicas: las mujeres más pobres se hacen muy pocas revisiones y son las que desarrollan este tipo de cáncer”.    

    A por el niño

    Una vez casadas, la presión social y familiar insta a las mujeres a tener hijos varones.  Al dar a luz a un hijo varón, estarán cumpliendo con las exigencias del patrilinajeFiliación basada en el predominio de la línea paterna. Garantizan así la sucesión y se ganan la aceptación de su familia política. “En los países de alta fecundidad (África, Asia Central), los nacimientos se suceden hasta que llega el niño”, explica Christophe Z. Guilmoto, demógrafo del CEPED. “Las niñas quedan desatendidas: están menos alimentadas y cuidadas que los niños y sobreviven menos”. 

     

    India es uno de los países más afectados por los abortos selectivos por sexo.

    © WHO - Christopher Black

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    En Asia y Europa del Este, este comportamiento pasivo cambió a partir de los años 1980: en estas regiones, la fecundidad disminuyó considerablemente y el embarazo se medicalizó. Se democratizó el acceso a las ecografías y se legalizó el aborto. Este contexto hizo que se multiplicaran los abortos selectivos por sexo: en cuanto la ecografía revela el sexo del feto, los padres deciden si llevar el embarazo a término... o no. "La proporción 'natural' de nacimientos es de 105 niños por cada 100 niñas", continúa el investigador. “Con esta selección in utero, la proporción puede llegar a ser de 120, siempre a favor de los varones. Esta escasez de niñas crea un desequilibrio a lo largo de varias generaciones y afecta a la población en su conjunto. Por ejemplo, en India, China o Vietnam, las mujeres escasean en el mercado matrimonial. Los hombres jóvenes, sobre todo los más pobres, tienen dificultades para casarse y están desacreditados y excluidos de la sociedad”.   

    Para contrarrestar estas prácticas, los gobiernos han prohibido a los médicos revelar el sexo del feto durante la ecografía, así como practicar abortos selectivos por sexo. Se están lanzando campañas para promover el papel de la mujer y los Estados están intentado reformar el derecho de familia, es decir, dar a las niñas la posibilidad de heredar. “Pero es muy difícil porque se enfrentan a una fuerte presión social”, añade Christophe Z Guilmoto. “Actualmente, la situación se está estabilizando en estos países y el desequilibrio entre sexos remitirá en los próximos años. Pero el fenómeno podría afectar a otras regiones en el futuro, como África y Oriente Medio, por ejemplo, donde la fecundidad está cayendo y las familias podrían recurrir al aborto selectivo por sexo para asegurarse de que tendrán un niño”.   

    Cesáreas, doble penalización

    La medicalización del embarazo tiene otras consecuencias. En América Latina, Asia y algunas clases sociales acomodadas de las ciudades africanas, está llevando a las mujeres a dar a luz mediante cesárea en vez de por la vía vaginal. Una de cada dos mujeres se somete a una intervención quirúrgica para dar a luz en la República Dominicana (58 %), Brasil (55 %), Chile (50 %) y Ecuador (49 %). En Asia, hay diferencias por regiones: sólo el 6 % de las mujeres pueden optar a una cesárea en el estado septentrional indio de Bihar, frente al 58 % en el estado meridional más próspero de Telangana. Sin embargo, como término medio, sólo el 10 % de los partos requieren una cesárea, ya que se trata de un problema médico. 

    © WHO / Pallava Bagla

    A falta de un familiar que las acompañe, las mujeres suelen preferir dar a luz en quirófanos altamente medicalizados, como aquí en la India.

    Pourquoi alors proposer une césarienne, un geste opératoire à risques ? « Pour le corps médical, cela permet de programmer un accouchement, répond Alexandre Dumont. C’est aussi un geste qui rapporte davantage au niveau financier qu’un accouchement naturel. Du côté de la société, dans certains pays asiatiques, la belle-famille, le mari peuvent pousser à une césarienne pour préserver le périnée de la future mère. Pour les femmes elles-mêmes, enfin, il peut paraître plus rassurant d’accoucher dans un milieu très médicalisé alors qu’elles sont rarement accompagnées par un proche durant cet événement. »

    Sin embargo, hay muchos riesgos tanto para la madre –hemorragia, parada cardíaca, trombosis venosa o problemas derivados de la anestesia– como para el bebé: dificultades respiratorias, mala composición de la microbiota intestinalLos bebés que nacen por vía vaginal ingieren las secreciones de su madre, las cuales alimentan su microbiota, el conjunto de microorganismos que se alojan en el tubo digestivo.1, dificultades para adoptar la lactancia... 

    Las mujeres resultan así penalizadas por ambos lados: las que viven en países donde las infraestructuras médicas están poco desarrolladas tienen muy poco acceso a las cesáreas –28 países no llegan al 5 % de cesáreas– mientras que otras sufren las consecuencias de esta sobremedicalización del parto. Para dar respuesta a esta situación ambivalente, se ha creado una red internacional de investigadores coordinada por el IRD, Quali-decEsta red, financiada por la OMS y la Comisión Europea, reúne a investigadores y médicos que trabajan en Argentina, Burkina Faso, Tailandia y Vietnam. 1. La red propone acciones concretas para reducir el número de cesáreas injustificadas desde el punto vista médico. “Implicar más a las mujeres en la toma de decisiones sobre su embarazo, permitirles estar acompañadas durante el parto y proporcionar herramientas de información al personal sanitario son enfoques que esperamos ayuden a garantizar que la atención se adapte mejor a las necesidades de las mujeres”, concluye Alexandre Dumont.

    La carga mental, la sobreexposición a enfermedades, los riesgos relacionados con la maternidad y la sexualidad... Tener en cuenta la vulnerabilidad de género de las mujeres resulta, por tanto, esencial hoy en día para responder adecuadamente a los problemas de salud, ya sean específicamente de la mujer o globales.  

    Los hombres, víctimas de su masculinidad

    A principios de la década de 2000, un estudio realizado sobre el acceso al tratamiento antirretroviral en Burkina Faso puso de manifiesto los escollos de la representación social, en particular para los hombres. “En varios centros de salud, nuestra investigación arrojó que muy pocos hombres acudían a por los medicamentos necesarios para tratar su infección de VIH, pese a que la prevalencia entre mujeres y hombres era equivalente”, afirma Marc Egrot. Estar enfermo significaría ser incapaz de protegerse a sí mismo o a sus seres queridos de la enfermedad. Además, como la distribución de medicamentos está muy a menudo asociada a la distribución de alimentos, sería indicativo de la incapacidad de los hombres para mantener a sus familias. Esta representación de la fuerza masculina y la virilidad, tan valorada y defendida por los propios hombres en esta sociedad, les hace vulnerables cuando se trata de acceder los servicios sanitarios y reduce su posibilidad de tratar eficazmente las enfermedades que padecen. 

     

      • Stéphanie Dos Santos, LPED, (IRD / Aix-Marseille Université)

        Alexandre Drumont, CEPED (IRD / Université de Paris)

        Marc Egrot, LPED, (IRD / Aix-Marseille Université)

        Christophe Z GuilmotoCEPED (IRD / Université de Paris)

      • Dumont A, Guilmoto CZ, « Trop et pas assez à la fois : le double fardeau de la césarienne », Population & Sociétés, 2020/9 (N° 581), p. 1-4. DOI : 10.3917/popsoc.581.0001. URL : https://www.cairn-int.info/revue-population-et-societes-2020-9-page-1.htm

        Dumont, A., Betrán, A.P., Kaboré, C. et al. Implementation and evaluation of nonclinical interventions for appropriate use of cesarean section in low- and middle-income countries: protocol for a multisite hybrid effectiveness-implementation type III trial. Implementation Sci 15, 72 (2020). https://doi.org/10.1186/s13012-020-01029-4

        Marc Egrot, Aminata Ndiaye. Opérationnalisation du concept de genre. Agnès Adjamagbo et Bénédicte Gastineau. Le genre dans les recherches africanistes, Laboratoire Population-Environnement-Développement,. Les Impromptus du LPED 2, pp.80-93, 2017

        Marc Egrot, Blandine Bila. Genre, maladie et médicament en Afrique de l’Ouest. Agnès Adjamagbo et Bénédicte Gastineau. Le genre dans les recherches africanistes, Laboratoire Population Environnement Développement, Aix-Marseille Université, pp.43-53, 2017, Les Impromptus du LPED 2, 979-10-96763-02-3

        F., Guilmoto,CZ, K.C. K. C. S, Ombao H, 2020, "Probabilistic Projection of the Sex Ratio at Birth and Missing Female Births by State and Union Territory in India", PLoS One, 15(8): e0236673. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0236673

        UNFPA 2020. Against my Will. Defying the Practices that harm women and Girls and Undermine Equality, State of World Population, UNFPA, New York.

        Guilmoto, C.Z. and Dumont, A., 2019. “Trends, Regional Variations, and Socioeconomic Disparities in Cesarean Births in India, 2010-2016”. JAMA network open, 2(3), pp.e190526-e190526.

      • Carole Filiu Mouhali

      Manifestación del 8 de marzo 2020 en Argentina para exigir la legalización del aborto.

      © Flickr - International Women's Health Coalition

      El Derecho, potencial impulsor de igualdad

      ¿Cómo reducir las desigualdades entre hombres y mujeres? Para las activistas de los derechos de la mujer, la aprobación o derogación de determinadas leyes es parte esencial de la lucha. Efectivamente, los derechos de las personas se rigen por diferentes normativas, como el código de familia o el código del estatuto de la persona, que regulan el matrimonio, la herencia o el divorcio; el código penal, el código de la nacionalidad o el código de salud pública que trata en particular del aborto. En los países del Sur, estas leyes han sufrido numerosos cambios desde que se introdujeron a finales del siglo XIX. 

      Codificar el derecho privado en África

      Texto original completo (en árabe) del Código del Estatuto Personal firmado por Habib Bourguiba y promulgado el 13 de agosto de 1956.

      © DR

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      “En Oriente Medio y el Magreb, las cuestiones de derecho de familia se regulaban hasta el siglo XX mediante la fiqhJurisprudencia islámica redactada por juristas de derecho privado, que transcribieron lo que ellos creían que era la voluntad de Dios”, explica Nathalie Bernard-Maugiron, jurista y especialista en derecho del mundo árabe del CEPED. “Posteriormente, los Estados incorporaron estas normas del derecho islámico a códigos inspirados en el derecho francés, que también se utilizaron en protectorados ingleses como Egipto. Se hicieron revisiones para atenuar el rigor de ciertas normas y mejorar así la situación de las mujeres. Estas codificaciones difieren de un país a otro según la voluntad política y los contextos sociales propios de cada país”. 

      Así, en Túnez, el Presidente Habib Bourguiba impuso por decreto en 1956 un código de familia innovador: prohibición de la poligamia, igualdad entre hombres y mujeres en el procedimiento de divorcio... En cambio, en Marruecos y Argelia, en 1959 y 1984 respectivamente, se aprobaron códigos de familia muy conservadores. Ante la presión de los movimientos feministas, estos se revisaron en 2004 en Marruecos y en 2005 en Argelia. Más al sur, en los países del África subsahariana, donde la población es mayoritariamente musulmana, los códigos de familia también tienen influencias del islam.

      Una condición jurídica aún no igualitaria 

      Independientemente del país en el que vivan, estas leyes perjudican a las mujeres a diario: obstaculizan su autonomía y su capacidad de decisión. Así, cuando su marido quiere tomar a otra esposa, no pueden oponerse: la poligamia está de hecho autorizada en los países del Magreb (excepto en Túnez), en Oriente Medio y en varios países africanos, aunque en Marruecos y Argelia ahora se requiere la autorización previa del juez.

      Libro de familia argelino: el hombre puede casarse con cuatro mujeres.

      © IRD – Carole Filiu Mouhali

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      En cuanto a la independencia económica, el régimen matrimonial en África suele ser el de la separación de bienes: cada cónyuge conserva los bienes adquiridos antes y durante el matrimonio. Sin embargo, los bienes inmuebles suelen estar registrados a nombre del marido, especialmente la vivienda familiar. Y la esposa rara vez tiene recursos propios antes de su unión. Estas disposiciones debilitan la posición de las mujeres que, en caso de divorcio, no pueden reclamar la permanencia en el hogar familiar, ni tampoco tienen derecho a la mitad de los bienes adquiridos conjuntamente durante el matrimonio.

      Un rol interiorizado

      Esta precariedad económica se ve agravada por la cuestión de la herencia. En el Magreb, por ejemplo, el régimen sucesorioConjunto de normas que permiten designar a los herederos de un difunto y la parte que les corresponde. Este régimen define el orden de sucesión., regido por la ley musulmana, establece que las niñas han de recibir la mitad de lo que reciben los niños. “Participar en la vida económica, invertir y trabajar es muy difícil para las mujeres en estas condiciones, ya que no pueden ser autónomas”, continúa Nathalie Bernard-Maugiron. “Dependen económicamente de sus maridos, quienes costean todos los gastos del hogar a cambio de su obediencia. Las mujeres no se atreven a ir en contra de su voluntad porque no tienen recursos personales”.

      Si bien se ha abolido la obligación de obediencia en los tres países del Magreb y se ha mejorado la condición jurídica de la mujer –en cuanto al derecho al divorcio, la posibilidad de añadir cláusulas al contrato matrimonial a favor de la mujer o la abolición de la tutela matrimonial–,  el entorno social suele dificultar el ejercicio de estos nuevos derechos que tienen ahora garantizados.

      En Burkina Faso, por ejemplo, aunque la ley otorga a las mujeres una condición más favorable e igualitaria, estas no siempre ejercen sus derechos: “Han interiorizado su papel y en caso de divorcio, por ejemplo, no suelen recurrir a un juez porque es inconcebible que una mujer lleve a su marido a los tribunales”, afirma Bilampoa Gnoumou Thiombiano, demógrafa del Instituto Superior de Ciencias de la Población (ISSP) de la Universidad Joseph Ki-Zerbo de Burkina Faso. “Las relaciones de pareja son menos desiguales gracias a los ingresos de las esposas y éstas negocian ciertos aspectos de su vida gracias a su independencia económica. Pero las mujeres no cuestionan realmente el lugar que se les ha asignado desde la infancia”.

      El Tribunal de Derechos Humanos

      Aun así, y pese a las presiones sociales, el Derecho parece ser un impulsor de la igualdad de las mujeres. En 2003, 49 de los 54 Estados miembros de la Unión Africana firmaron el Protocolo de MaputoProtocolo de la Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos sobre los Derechos de la Mujer en África.. Este protocolo garantiza los derechos de las mujeres, incluyendo la igualdad social y política respecto a los hombres. Las asociaciones de mujeres malienses han utilizado este texto, ratificado por su país, para impugnar el nuevo código de la familia adoptado en 2011 por el Estado de Mali. 

      © Wikipedia - CL8~enwiki

      La mayoría de los países africanos han firmado y ratificado el Protocolo de Maputo.

      “El primer código de familia maliense se promulgó en 1962 e incluía medidas discriminatorias para las mujeres”, afirma Marième N'Diaye, socióloga del CNRS/LAM. “En 2009 se adoptó un nuevo código más favorable para las mujeres, pero ante la presión de los grupos religiosos, el gobierno dio marcha atrás y se promulgó una nueva versión del texto en 2011. Las asociaciones de mujeres consideran que esta nueva versión no hace más que reforzar el carácter discriminatorio del código de 1962, lo que les llevó a presentar un recurso ante el Tribunal de Derechos Humanos de la Unión Africana”. Estas mujeres argumentan que el nuevo código de familia quebranta los compromisos asumidos por Mali al ratificar el Protocolo de Maputo. En 2018, el Tribunal de Derechos Humanos les dio la razón y ordenó a Mali que modificara su derecho de familia para adaptarlo a los objetivos del protocolo.  

      Las asociaciones feministas están tomando los espacios de negociación supranacionales, como aquí, en la 63ª sesión de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de la ONU, en marzo de 2019.

      © UN Women/ Amanda Voisard

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      Desde entonces Mali aún no ha modificado su código de familia. Sin embargo, la experiencia maliense es un ejemplo de lucha jurídica para otras mujeres africanas. Por ejemplo, las mujeres senegalesas quieren obtener el derecho al aborto en un país que lo prohíbe totalmente –con la excepción del aborto terapéutico, cuya aplicación es extremadamente limitada y compleja–  incluso en casos de violación o incesto, lo que contradice el Protocolo de Maputo. Este último prevé la legalización del aborto en determinadas circunstancias: “en caso de agresión sexual, violación, incesto y cuando el embarazo ponga en peligro la vida de la madre y del feto”.

      “El Estado ha avanzado en este tema con la creación de un ‘grupo de trabajo para el aborto sin riesgos’. Esta comisión ha estado muy involucrada con las asociaciones de mujeres y se han hecho propuestas para eliminar las sanciones penales. Lamentablemente, no se ha llegado a adoptar ninguna reforma debido a la presión de los movimientos religiosos. En la actualidad, las activistas senegalesas creen que recurrir a los tribunales supranacionales podría ser una solución para avanzar en esta lucha”, afirma la investigadora. 
       

      América Latina: del derecho o no al aborto

      En América Latina las mujeres también luchan por el derecho al aborto. En este continente, las legislaciones en la materia difieren en cuanto al nivel de permisividad, desde países en los que se permite a petición de la mujer (Cuba, Guyana, Puerto Rico, Uruguay y Argentina) hasta otros en los que está totalmente prohibido (El Salvador, Haití, Honduras, Nicaragua, República Dominicana y Surinam). “La legalización se ha llevado a cabo en diferentes tiempos”, apunta Agnès Guillaume, demógrafa especializada en temas de salud reproductiva en el IRD. “En Cuba, por ejemplo, el aborto se legalizó en 1965, mientras que Argentina acaba de hacerlo accesible a petición de la mujer, en 2020, tras un intento fallido en 2018. Los enfoques también difieren de un país a otro. Por ejemplo, algunos consideran el aborto tan solo como un problema de salud pública al que hay que dar una solución, mientras que en realidad es una cuestión de derechos de la mujer. En otros, el peso de la religión, los movimientos conservadores y la fuerte cultura patriarcal suponen un freno para los cambios legislativos”.

      En 2017 la regulación jurídica del aborto difería en su permisividad. Fuente: Global abortion policies database 2017.

      © IRD / CEPED - E. Opigez.

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      De hecho, algunos países –como Honduras, cuyo Parlamento votó el 21 de enero de 2021 la reforma de la Constitución para incluir la prohibición total de la IVE en la ley orgánica – están introduciendo reformas constitucionales para que el derecho a la vida impere desde la concepción. “En este caso, el aborto se considera un crimen o incluso un homicidio que se castiga con penas de prisión para las mujeres o para quienes les ayudan a practicar los abortos. Los movimientos feministas desempeñan un papel muy importante en el cambio de las leyes, como el movimiento del Pañuelo Verde en Argentina, que hizo posible la legalización del aborto el 30 de diciembre de 2020”, añade Agnès Guillaume.

      Estas legislaciones restrictivas llevan a las mujeres a ponerse en riesgo al practicar ellas mismas los abortos o recurriendo a personal sanitario insuficientemente cualificado. Utilizan fármacos, en particular el misoprostol, un medicamento hormonal conocido por sus propiedades abortivas, el cual obtienen a través de redes informales y farmacias, pero no siempre disponen de la información necesaria para utilizarlo correctamente. Paralelamente, y para remediarlo, algunas ONG y asociaciones distribuyen estos medicamentos y explican cómo utilizarlos de forma segura. 

      Sin embargo, sólo la legalización permitiría que el aborto fuera reconocido como un derecho de salud de las mujeres, un derecho sexual y reproductivo, y que finalmente se realizara en condiciones satisfactorias y sin riesgos. Es en esta dirección que los movimientos feministas militan en los países del Sur donde su libertad está restringida no solo por las leyes del aborto, sino también por otras relativas a sus derechos personales. 

      India: la igualdad en la herencia puede mejorar las condiciones de vida de las niñas 

      En 1994, los estados de Karnataka y Maharashtra reformaron el derecho sucesorio hindú para establecer la igualdad entre hombres y mujeres en la herencia. Un estudio del Banco Mundial informa de una mayor inversión de los padres en sus hijas como resultado de este cambio legislativo. El impacto en la segunda generación de hijas es aún mayor: las madres que se beneficiaron de la reforma invierten el doble que antes en la educación de sus hijas. El empoderamiento fomentado por la ley puede así dar a las mujeres un mayor poder de negociación en el hogar y puede mejorar sus perspectivas educativas y económicas. Esta reforma se ha extendido a toda la India desde 2005.

      • Nathalie Bernard-Maugiron, CEPED (IRD - Université de Paris)

        Bilampoa Gnoumou, Institut supérieur des sciences sociales (ISSP) du Burkina Faso

        Marième N’Diaye, UMR ISP (CNRS / Université Paris Nanterre)

        Agnès Guillaume, CEPED, retraitée

      • Guillaume, A., Rossier, C., 2018. L’avortement dans le monde. État des lieux des législations, mesures, tendances et conséquences. Population 73, 225–332. https://doi.org/10.3917/popu.1802.0225

        Lerner, S., Guillaume, A., Melgar, L., 2016. Realidades y falacias en torno al aborto: salud y derechos humanos, Centro de Estudios Demográficos y Urbanos, El Colegio de México, Institut de recherche pour le Developpement. ed. El Colegio de México, Institut de recherche pour le Developpement, México. 

        Nathalie Bernard Maugiron, « La garde et l’intérêt de l’enfant devant les tribunaux égyptiens », in Y. Ben Hounet (dir.), Parentalités islamiques, Centre Jacques Berque, 2021, disponible en ligne : https://books.openedition.org/cjb/1787

        Marième N'Diaye. « Chapitre.3 Comment déterminer l’intérêt de l’enfant ? L’exemple de la justice familiale à Dakar » in Yazid Ben Hounet, Meriem Rodary, Catherine Therrien (dir.), Les parentalités en Afrique musulmane : repenser la famille à partir de l’intérêt de l’enfant, Rabat, Publications du Centre Jacques Berque, 2021.

        Gnoumou Thiombiano, Bilampoa, Le travail et la famille en milieu urbain : un défi pour les femmes à Ouagadougou. DOI: 10.2307/j.ctvggx3tg.13

      • Carole Filiu Mouhali

      Mujeres agricultoras de la red brasileña de agroecología feminista RAMA (Rede Agroecológica de Mulheres Agricultoras).

      © RAMA

      ¿Dónde quedó el empoderamiento de la mujer?

      En África, así como en América Latina y Asia, muchas mujeres lucharon a lo largo del siglo XX para mejorar sus vidas.  Se movilizaron a través de iniciativas colectivas y solidarias para desafiar las relaciones de dominación que las marginaban. Estos movimientos respondían al concepto de empoderamiento que surgió a principios de los años 1980. 

      Patriota etíope durante la resistencia contra la ocupación italiana (1936-1941).

      © DR

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      Bajo el dominio colonial, las mujeres africanas desempeñaron un papel importante en la economía y la política. Regentaban negocios y participaban en la lucha contra el colonizador en países como Egipto, Ghana o Etiopía, donde algunas llegaron a liderar grupos armados contra los ejércitos italianos presentes en el país entre 1936 y 1941. “Pero el deseo de estandarización de las administraciones coloniales y el establecimiento gradual de estados centralizadores redefinieron estas normas de género”, apunta Pierre Guidi, historiador del CEPED. “Por ejemplo, en Nigeria, a principios del siglo XX, las mujeres perdieron su poder político y económico porque el poder colonial sólo reconocía a los hombres como intermediarios. En la década de 1920, muchas nigerianas organizaron protestas, saqueando tiendas y manifestándose frente a las administraciones coloniales para exigir el fin de estas medidas discriminatorias”.  

      Revista “L'Éthiopie révolutionnaire”, enero de 1977. En el cartel que sostiene la mujer de la izquierda puede leerse en lengua amárica: "Abajo la doble opresión de las mujeres".

      © DR

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      Movilización contra las dictaduras

      En Etiopía, tras la salida de los ejércitos italianos, las mujeres ya no pudieron acceder a la propiedad inmobiliaria ni a la carrera militar. El Estado aplicó políticas de escolarización con el objetivo de educar a las mujeres para que fueran madres y esposas ejemplares formándolas en los cuidados y la atención de los hijos. También se las preparaba para trabajos considerados femeninos como el de maestra, matrona o enfermera. Pocas adolescentes se beneficiaron de esta escolarización en la década de 1960-1970 –sólo representaban el 20 % en educación secundaria y procedían principalmente de entornos acomodados–, pero aprovecharon la oportunidad para reclamar su lugar en la sociedad y participar en movimientos militantes. En aquella época, muchas mujeres luchaban en el Sur por mejorar sus vidas.

      Las mujeres se movilizaron contra los poderes autoritarios o dictatoriales y las violaciones de los derechos humanos, siguiendo el ejemplo de las mujeres sudafricanas que, en los años 70, organizaron la resistencia contra el Apartheid en los townships. En Argentina, las madres protestaban cada semana desde 1977 en la Plaza de Mayo, frente a la sede del poder ejecutivo, con el fin de recuperar a sus hijos “desaparecidos” durante la dictadura militar (1976-1983). En todo el mundo se dieron a conocer como las “locas de la Plaza de Mayo” dándole la vuelta a esta expresión que inicialmente se había utilizado para desacreditarlas.

      El empoderamiento, un proceso de transformación ascendente

      Aunque las mujeres participaron en el plano político, sólo se tuvo en cuenta el aspecto económico en los programas de “Mujer y Desarrollo” implementados a lo largo del “Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer” (United Nations Decade for Women), de 1976 a 1985. Estos proyectos se basaban en la idea de que las desigualdades de género pueden mitigarse a través del empoderamiento económico de la mujer. A principios de la década de 1980, muchas asociaciones y redes feministas del Sur, entre ellas DAWNpor sus siglas en inglés; Mujeres por el Desarrollo Alternativo para una Nueva Era, creada en la India pero de alcance mundial, una red de investigadoras, activistas y responsables políticas feministas, denunciaron este enfoque puramente económico e individual. Se consideraba que las mujeres dependían de sus maridos para mantenerlas y estos microproyectos se circunscribían a la costura, la ganadería, etc.

      Para las feministas de DAWN, el empoderamiento de las mujeres pasa por “una transformación radical de las estructuras económicas, políticas, legales, culturales y sociales que perpetúan la dominación por sexo, pero también por etnia, clase o edad”: eso es el “empoderamiento”. La investigadora Anne-Emmanuèle Calvès, socióloga de la Universidad de Montreal, definió el concepto así: “Se trata de un proceso de transformación multidimensional y ascendente que permite a las mujeres tomar conciencia, individual y colectivamente, de las relaciones de dominación que las marginan, y desarrolla sus capacidades para transformar radicalmente las estructuras económicas, políticas y sociales desiguales”. “Empowerment”: généalogie d'un concept clé du discours contemporain sur le développement1 

      “El concepto de ‘empoderamiento’ puede ser verdaderamente transformador si nos permite replantear el valor”, afirma Isabelle Guérin, socioeconomista del CESSMA. “La raíz de la desigualdad de género está en una concepción errónea del valor: sólo se consideran valiosas y ‘productivas’ las actividades monetarias y mercantiles, lo que deja en la sombra un gran número de actividades esenciales para la vida que a menudo realizan las mujeres. Abordar las luchas feministas desde la perspectiva del valor nos permite comprender mejor su potencial transformador”.  

      Una activista del colectivo de mujeres dalit de Tamil, en la India rural, negocia con un prestamista para que las mujeres pueda acceder a préstamos más baratos.

      © IRD – Isabelle Guérin

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      Por ejemplo, las mujeres de las castas bajas de la India rural llevan organizándose desde la década de 1980 para luchar contra la extracción de arena y proteger el valor del suelo de su región, no desde una perspectiva medioambiental, sino porque su supervivencia depende de ello. Su movilización permitirá al Estado regular esta extracción de arena y concienciar a las poblaciones locales de la necesidad de revalorizar su territorio. 

      También en la India, en el estado de Maharashtra, las mujeres recolectoras de residuos se asociaron a partir de los años 1990 para convencer a su municipio del valor de su trabajo. Calcularon el ahorro que suponía para el municipio y consiguieron que se las remunerara.  

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      En América Latina, las mujeres se agruparon hace unos 40 años para trabajar en comedores comunitarios o guarderías. Su objetivo: reducir el tiempo dedicado individualmente a la preparación de comidas o al cuidado de los niños y exigir una remuneración. Gracias a su actuación colectiva, obtuvieron subvenciones públicas por realizar esta labor de interés general: alimentar a la población y criar a los niños en condiciones satisfactorias. 

       

      Una economía feminista y solidaria

      Fue en el contexto de la crisis económica de los años 1990 cuando se forjó la economía solidaria en el subcontinente sudamericano. A medida que el mercado laboral formal excluía cada vez a más personas, aparecieron nuevas formas de trabajo. “Bajo las dictaduras, todo aquello que se percibía como 'informal' o 'tradicional' perdió valor”, afirma Isabelle Hillenkamp, socioeconomista del CESSMA. “En Brasil, con la democratización, la economía solidaria se afirmó como un movimiento social y luego, con los gobiernos de Inacio ‘Lula’ da Silva (2003-2011) y Dilma Rousseff (2011-2016), el concepto llegó a las esferas más altas del Estado con una Secretaría Nacional de Economía Solidaria en el Ministerio de Trabajo y Empleo. Aunque esta economía sigue siendo poco visible, esta está muy relacionada con los cuidadosConcepto de las ciencias sociales que abarca tanto el hecho de responsabilizarse de las personas dependientes y vulnerables como el hecho de implicarse en los cuidados y la agroecología. “Las mujeres son mayoría en este sector: a diferencia de los hombres, no fueron beneficiarias de los programas de la Revolución VerdePolítica de transformación agrícola adoptada en los años 1960 por los países en desarrollo, basada en la intensificación, los insumos y el uso de variedades de cereales de alto rendimiento” y han conservado los saberes y técnicas tradicionales”.  

      Mujeres agricultoras venden sus productos durante el encuentro "Agroecología y Feminismo" organizado por la ONG feminista SOF en la ciudad de Registro, en el estado de São Paulo.

      © Archivo SOF

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      En los años 1990, estas mujeres recibieron el apoyo de las ONG locales, que pusieron en marcha programas de educación popular: las agricultoras formaron redes, como la red local RAMARede Agroecológica de Mulheres Agricultoras; Red Agroecológica de Mujeres Agricultoras , donde participaban en grupos de discusión. Aprendieron a expresarse en público y adquirieron confianza en sí mismas: gracias a ello, consiguieron poco a poco convencerse a sí mismas y a sus familias del valor de su producción. Inicialmente destinada al autoconsumo y a la ayuda mutua local, esta también puede generar ingresos mediante la venta de los excedentes.

      El cuaderno agroecológico tiene cuatro columnas: “consumido”, “donado”, “trocado” o “vendido”. En cada una se anota la cantidad y el equivalente monetario en reales (R$).

      © Alair Freitas

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      La monetización cálculo del equivalente monetariode la producción de las agricultoras es una estrategia que les permite poner en valor su trabajo. A nivel práctico, anotan en cuadernos agroecológicos lo que han vendido, regalado y trocado. Poco a poco, se dan cuenta de que su producción total, monetaria y no monetaria, suele valer más que el salario mínimo. “No obstante, esa parte no monetaria, de autoconsumo y trueque, no debe desaparecer”, dice la investigadora. “La venta no debe destruir la seguridad alimentaria y el apoyo familiar y comunitario”. 

      Estos movimientos de mujeres, que crecieron gradualmente, sobre todo en Brasil y Argentina, forman parte del empoderamiento económico y político. Las agricultoras, que cada vez se movían más en su país, organizaron una red de movilización y formaron a otras compañeras, vivieron un importante proceso de evolución personal y colectiva. 

      En el Congreso de Agroecología de Brasilia de 2017, las mujeres asistentes protestan contra su invisibilización.

      © Grupo de mujeres de la Articulación Nacional de Agroecología de Brasil.

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      Sin embargo, se enfrentaron a una gran resistencia, sobre todo por parte de las familias. Estas podían percibir esta evolución como una amenaza y no siempre aceptaban que las mujeres participaran menos en el trabajo doméstico. Algunas agricultoras prefirieron abandonar estos grupos por miedo a las represalias en sus casas. También había obstáculos al más alto nivel: en el Congreso Brasileño de Agroecología celebrado en 2017 en Brasilia, sólo los hombres participaron en una plenaria sobre la memoria de la agroecología. Las mujeres presentes protestaron contra su desalojo y luego crearon un friso conmemorativo sobre el papel de las mujeres en la agroecología. 

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      Frise agroécologie brésil
      La evolución de la agroecología femenina en Brasil representada a través de diferentes etapas: germinación (1980-1989), fertilización (1990-1999), flores (2000-2009) y frutos (2010-2017). Crédito: Grupo de Mujeres de la Articulación Nacional de Agroecología de Brasil.

       

      ¿El fin del empoderamiento? 

      A nivel internacional, aunque el concepto fue gradualmente adoptado en la década de 1990 por las instituciones intergubernamentales, el “empoderamiento” ha ido perdiendo su significado. De hecho, a pesar de la proliferación de indicadores destinados a medir los avances en materia de igualdad de género, desde el Índice de Desarrollo de Género (GDI) hasta el Índice de Empoderamiento de la Mujer (GEM), estos siguen quedando lejos de la definición multidimensional del empoderamiento. “El empoderamiento se está convirtiendo paulatinamente en un concepto difuso y falsamente consensuado, que despolitiza al colectivo y se instrumentaliza para legitimar políticas y programas top downDe arriba abajo”, señala Anne-Emmanuèle Calvès. 

      Lejos de esa definición global y despolitizada, siguen floreciendo iniciativas locales que se enraízan en la memoria militante. Por ejemplo, la nueva generación de feministas etíopes está dispuesta a aprender de la experiencia de sus mayores. “Las abogadas y activistas encarceladas por el régimen dictatorial en la década de 1980 fundaron en 1996 la Ethiopian Women’s Lawyer AssociationAsociación de Abogadas Etíopes para defender a las mujeres víctimas de la violencia", rememora Pierre Guidi. Hoy en día, la asociación es un lugar de transmisión entre estas activistas y las jóvenes abogadas que utilizan nuevos medios, incluyendo los medios de comunicación, para actuar. En otros ámbitos, como en las escuelas secundarias de primer y segundo ciclo, las profesoras que crecieron en los años 70 emancipadores han creado clubes de chicas no mixtos. Estos recursos son importantes para sus alumnas y luchan junto a ellas contra el acoso para que la no se repita la violencia de género”.  

       

      En África, la agroecología es una herramienta de desarrollo comunitario

      También en África, la agroecología ofrece a las mujeres oportunidades de empoderamiento económico para aumentar su participación en sus comunidades. En Senegal, la ONG Cáritas y otras entidades acompañan desde 2006 a más de 2000 mujeres en dos zonas rurales de la región de Fatick, fronteriza con Gambia. Estas agricultoras utilizan técnicas similares a las de la agroecología: combinación de cultivos, uso de compost, abono verde, etc. El objetivo de este proyecto es doble: mejorar las condiciones de vida de los hogares reforzando su seguridad alimentaria a través de el autoconsumo familiar, y aumentar sus ingresos y su poder adquisitivo a través de la comercialización de los excedentes.  “Gracias a los ingresos de sus ventas, estas agricultoras se sienten más independientes de sus maridos”, afirma Marie-Thérèse Daba Sene, estudiante de doctorado en sociología en la Universidad Gaston de Saint-Louis de Senegal. “Aunque su independencia económica es limitada, abre perspectivas de emancipación respecto a los hombres. No buscan escapar de las estructuras patriarcales, sino entablar relaciones sociales y de creación de riqueza más ‘solidarias’. Para ello, dependen de sus ingresos y de su capacidad para negociar estrategias que les permitan sortear las limitaciones de género y conciliar sus funciones productivas y reproductivas”. La mayoría ha podido mejorar la alimentación de sus hijos y escolarizarlos más. Algunas de estas mujeres ocupan ahora puestos de responsabilidad en sus pueblos, o forman parte del comité de gestión de los puestos de salud. 

       

       

      • Isabelle Guérin, CESSMA, IRD - Université de Paris - INALCO

        Isabelle Hillenkamp, CESSMA, IRD - Université de Paris - INALCO

        Pierre Guidi, CEPED, IRD - Université de Paris

        Marie-Thérèse Daba Sene, Université Gaston de Saint-Louis au Sénégal

      • Guérin, Isabelle and Santosh Kumar (2020) “Unpayable Debts. Debt, Gender and Sex in Financialized India.” The American Ethnologist, 47(3).

        Bédécarrats F., Guérin I., Roubaud F. (2020) (eds). Randomized Control Trials in the Field of Development : A Critical Perspective, London : Oxford University Press.

        Hillenkamp I., « Mobilisations pour l’égalité de genre et protection de l’environnement : une relation sous tension. L’expérience du Réseau Agroécologique de Femmes Agricultrices RAMA (Brésil) », Actes de la Recherche sur le Développement Durable, n°1, à paraitre au 2e semestre 2021.

        Guérin I., Hillenkamp I., Verschuur C., « L’économie solidaire sous le prisme du genre : une analyse critique et possibiliste », Revue française de socioéconomie, 22, 2019, p. 105-122. ISNN 2804-3833. Manuscrit auteur en accès libre : https://hal.ird.fr/ird-02303236.

        Guidi Pierre (2020) Éduquer la nation en Éthiopie. École, État et identités dans le Wolaita (1941-1991), Rennes : Presses Universitaires de rennes, IRD, 352 p. (Histoire). ISBN : 2-7535-7681-5.

        Guidi Pierre (2020) « Enseigner l’histoire à l’heure de l’ébranlement colonial. Soudan, Égypte et empire britannique (1943–1960): by Iris Seri-Hersch, Paris, IISMM/Karthala, 2018, 384 pp., €29 (paperback), ISBN: 978-2-8111-1970-6. », Paedagogica Historica (avril 22), p. 1-2. DOI : 10.1080/00309230.2020.1742746. https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/00309230.2020.1742746.

         

      • Carole Filiu Mouhali