Familia campesina saheliana en un campo con baobabs al fondo.

La agricultura familiar, basada en el trabajo de la tierra a escala doméstica, sigue siendo la principal forma de explotación de los recursos vegetales y animales en los países en desarrollo.

© Flickr - Gustave Deghilage

La agricultura familiar, modelo ancestral y solución sostenible en el Sur

Updated 10.07.2023

La explotación familiar, forma ancestral de aprovechamiento de la tierra, ofrece un futuro concreto para la agricultura sostenible en los países en desarrollo. El número de agricultores empleados, el volumen de producción, las superficies cultivadas, las técnicas de cultivo probadas y la cercanía a las poblaciones que hay que alimentar hacen de ella un sector esencial y prometedor. Las investigaciones de los científicos del IRD y sus socios demuestran que esta forma de explotación de los recursos naturales, si se continúa o se reactiva, en función de los casos, puede contribuir a preservar el medio ambiente, a integrar socialmente el mundo rural y a garantizar una alimentación sana y segura. Se trata de un tema importante, como pone de relieve el Decenio de las Naciones Unidas para la Agricultura Familiar 2019-2028.

 

Más de un tercio de los alimentos del mundo se producen en explotaciones de menos de dos hectáreas, gestionadas por miembros de una misma familia. Es la herencia directa de un modelo de subsistencia basado en el trabajo de la tierra a escala doméstica, ampliamente extendido desde la aparición de la agricultura hace varios milenios. Hoy en día, las pequeñas unidades agrícolas siguen representando el 80% de las empresas del sector, y son predominantes en los países del SurTambién hay explotaciones familiares de gran o muy gran tamaño: el 1 % de las explotaciones familiares tienen más de 50 ha y abarcan más del 70 % de las tierras, y las de más de 1000 ha abarcan el 40 % de las tierras cultivadas.1, permitiendo que la agricultura, la silvicultura, la pesca, la producción pastoril y la acuicultura estén organizadas, gestionadas y explotadas por una familia y dependan principalmente del trabajo de esta, incluidos hombres y mujeres. En este modelo, la familia y la explotación están vinculadas, coevolucionan y combinan funciones económicas, medioambientales, sociales y culturalesDefinición del Comité Internacional de Planificación para la Soberanía Alimentaria, que reúne a cientos de asociaciones de agricultores de todo el mundo, que representan a cientos de millones de pequeños productores. https://www.foodsovereignty.org/fr/international-year-family-farming-iyff-3/1. Y es a estas pequeñas unidades a las que apuntan las iniciativas de la FAO en el marco del Decenio de la Agricultura Familiar. El objetivo es promover políticas e inversiones nacionales en favor de la agricultura familiar, aumentar el nivel de vida en las zonas rurales, incrementar la productividad de los pequeños agricultores y mejorar el sistema alimentario mundial.

Del autoabastecimiento al cultivo comercial

Acceso a la educación, sanidad, consumo y, más pragmáticamente, salir de la pobreza y la inseguridad alimentaria...los pequeños agricultores del Sur también aspiran a generar ingresos con su trabajo.

© IRD - Stéphanie Carrière

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« Durante mucho tiempo, las pequeñas explotaciones familiares se dedicaron a la agricultura de subsistencia, o autoabastecimiento, pero en los últimos años o décadas muchas se han pasado a la agricultura comercial », explica Jean-Christophe Castella, geoagrónomo del IRD en la unidad de investigación SENS (Savoirs, environnement et sociétés). Esta transición agraria hacia los cultivos comerciales ha permitido a los agricultores generar los ingresos necesarios para invertir, escolarizar a los hijos, acceder a la sanidad... pero también ha aparejado trastornos sociotécnicos con graves consecuencias: endeudamiento, mayor vulnerabilidad económica a los vaivenes climáticos, bajada del rendimiento, dependencia de los precios de los insumos y de las materias primas agrícolas, dependencia de los intermediarios, deterioro progresivo de las condiciones de vida y del medio ambiente, e incluso inseguridad alimentaria... « No se debe tanto a la naturaleza de los cultivos comerciales como a las técnicas intensivas empleadas », explica el especialista. « El trabajo realizado por los científicos y las iniciativas de la FAO y las organizaciones de agricultores tienen como objetivo promover prácticas agroecológicas más sostenibles, o mantenerlas y mejorarlas allí donde todavía existen ».


 

    Paisaje rural con cultivos, bosques, casas y montañas de fondo.

    Paisaje en la zona tropical húmeda poco poblada de Madagascar, donde la agricultura familiar proporciona una dieta variada, dejando zonas en barbecho, donde la recolección de especies silvestres es un auténtico recurso.

    © Flickr - Emil Strnadel

    Preservar el medio ambiente

    Es una cuestión tanto de escala como de técnicas: las explotaciones familiares, sobre todo las más pequeñas, que son las más numerosas en los países en desarrollo, representan una baza esencial para preservar la biodiversidad y luchar contra el cambio climático. A veces utilizan técnicas agrícolas mucho más sostenibles que la agricultura convencional, y requieren menos inversiones para adoptar nuevas prácticas cuando es necesario. Por supuesto, muchas pequeñas explotaciones se han incorporado al sector agroindustrial, pero también existen movimientos voluntariosos, impulsados por las comunidades, apoyados por las Naciones Unidas y las ONG, y respaldados por la investigación científica, para revitalizar, adaptar y difundir prácticas agroecológicas a menudo ancestrales y compatibles al mismo tiempo con la preservación del medio ambiente...

    Un hecho indiscutible

    Muchos agricultores familiares asiáticos han adoptado la mecanización a pequeña escala, los insumos y otras prácticas de intensificación de la producción para entrar en el mercado.

    © IRD - Jean-Christophe Castella

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    Los pequeños agricultores del sudeste asiático, que han pasado masivamente de la agricultura de subsistencia a la comercialización agrícola, suelen sentirse decepcionados: la transición agraria en la que se ha basado el auge industrial de los nuevos tigres asiáticos no ha cumplido todas sus promesas. « Las prácticas de intensificación agrícola adoptadas por los agricultores para integrarse en una economía de mercado han demostrado ser menos sostenibles que las utilizadas tradicionalmente. Los agricultores se pusieron en alerta en primer lugar por la inexorable disminución del rendimiento de los cultivos », explica Jean-Christophe Castella, geoagrónomo del IRD en la unidad de investigación SENS (Savoirs, environnement et sociétés), que estudia los efectos de la evolución de los modelos sociotécnicos en las dinámicas medioambientales y la economía rural. « Gracias a los enfoques participativos en los que les implicamos, los agricultores también pueden diagnosticar la deforestación, la contaminación, la degradación del suelo y su entorno vital ». El uso continuado de insumos químicos para fertilizar el suelo, eliminar las malas hierbas, proteger los cultivos de las plagas, la optimización del uso del espacio –eliminación de setos y barbechos– y el trabajo mecánico del suelo tienen un impacto significativo en el medio ambiente. Y, por ende, en la propia productividad agrícola, que requiere cada vez mayores inversiones en equipos para obtener resultados inciertos. Además, la introducción de monocultivos comerciales a gran escala, como el maíz, en detrimento de la biodiversidad, hace que la producción sea muy vulnerable a las plagas. « Por debajo de un cierto nivel de diversidad paisajística, la agricultura no es sostenible », señala el especialista.

    Alternativas viables

    Para minimizar el impacto medioambiental negativo de su actividad, los pequeños agricultores del sudeste asiático están explorando nuevas prácticas y organizaciones inspiradas en la agroecología.

    © IRD - Vincent Chaplot

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    Junto con científicos y agentes del desarrollo rural, las comunidades agrícolas de los países del Mekong están explorando vías para transformar sus sistemas de producción agrícola de forma agroecológica, con el fin de minimizar las consecuencias negativas para el medio ambiente (degradación del suelo, contaminación del agua...). « No se trata de volver al antiguo sistema de tala y quemaSistema que consiste en desbrozar los campos con fuego, utilizarlos para la agricultura de subsistencia y luego dejarlos en barbecho., que requiere largos periodos de barbecho que se han vuelto imposibles con la presión sobre la tierra, sino de proponer alternativas técnicas como el cultivo de maíz sin arar la tierra, o la fertilización del suelo intercalando leguminosas con cultivos comerciales », explica.

     

    Los científicos seleccionan hongos capaces de captar el nitrógeno del aire y fertilizar el suelo, y los inoculan en plantas cultivadas tradicionalmente por los agricultores del Sur, evitando así el uso de abonos químicos.

    © IRD - Céline Ravallec

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    En la misma línea y en otros campos, los científicos del LSTM (Laboratoire des symbioses tropicales et méditerranéennes) trabajan en la rehabilitación de variedades y técnicas antiguas para sustituir los abonos nitrogenados. Combinadas con cereales producidos por los agricultores del Sahel, estas leguminosas, que forman simbiosis con hongos micorrícicos que captan el nitrógeno del aire, lo fijan en el suelo y fertilizan naturalmente la tierra. Los especialistas trabajan también en la inoculación en los propios cultivos de micorrizas propicias a tales simbiosis. « El interés de este enfoque para el medio ambiente es sustituir los insumos contaminantesLa producción de abonos químicos es una fuente importante de gases de efecto invernadero.1, así como también poner en valor especies olvidadas por la mejora de variedades ligadas a la agricultura convencional, en beneficio de variedades más productivas pero menos adaptadas a las asociaciones », explica el microbiólogo del IRD Robin Duponnois, jefe de este equipo que trabaja para promover la preservación de la biodiversidad.

    Los conjuntos de variedades y especies utilizados en la agricultura tradicional del África subsahariana contribuyen a mantener un alto nivel de diversidad y resistencia en los agrosistemas.

    © IRD - Adeline Barnaud

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    Los beneficios de la agrobiodiversidad

    Antes incluso de rehabilitar especies olvidadas, la labor de los agroecólogos consiste en identificar las diversas combinaciones de cultivos practicadas tradicionalmente y su utilidad para preservar los ecosistemas. « En Senegal, hemos puesto de manifiesto la gran diversidad de combinaciones de variedades y especies utilizadas por los agricultores familiares », explica Adeline Barnaud, genetista del IRD en la unidad de investigación DIADE (Diversité, adaptation, développement des plantes). « Aunque los agrónomos han estudiado numerosas combinaciones de cereales y leguminosas, los agricultores utilizan muchas otras combinaciones de cultivos en sus campos, como cacahuete-niebe-bissap, mijo-sorgo o cacahuete-mijo-bissap. Y dentro de estas combinaciones puede haber varias variedades de la misma especie. Estas prácticas contribuyen a mantener la biodiversidad y la resistencia de los agroecosistemas a las presiones naturales y antropogénicas, incluido el cambio climático ».
    Las investigaciones demuestran que tienen otras virtudes: la combinación de mijo de ciclo largo con mijo de ciclo corto, por ejemplo, aumenta considerablemente la productividad de las explotaciones tradicionales.
    Además de los aspectos de rendimiento y resistencia que centran las preocupaciones de los agrónomos, o de resiliencia y conservación de la agrobiodiversidad que son beneficiosos para el medio ambiente, estas diferentes asociaciones de especies y variedades tienen un componente cultural para las comunidades agrícolas. Estos valores –patrimoniales, culinarios o de usos múltiples–son importantes en la medida en que inciden en las decisiones agronómicas de los agricultores. El último informe de la IPBES Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemasrecomienda que se tengan en cuenta estos valores, que favorecen el uso sostenible de la naturaleza.

    Ingeniería agroecológica

    El follaje de los árboles es uno de los recursos del sistema silvopastoral del Alto Atlas central marroquí, e incluso sirve de pasto para las ágiles cabras que se suben a ellos.

    © IRD - Didier Genin

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    En las regiones donde estas tradiciones se han transmitido de generación en generación, las prácticas agrícolas familiares se asemejan a menudo a una auténtica ingeniería agroecológica. En las laderas del Atlas central marroquí, por ejemplo, la gestión tradicional de los bosques y los rebaños contribuye eficazmente a limitar la erosión y a preservar la biodiversidad. « En esta región seca y a gran altitud, la población está organizada en unidades de producción familiar y practica una agricultura de secano a base de cereales y una ganadería de subsistencia », explica Didier Genin, etnoecólogo del IRD en el LPED (Laboratoire population-environnement-développement). Los agricultores han aprendido a utilizar de forma eficaz, razonada y sostenible una de las pocas ventajas específicas de este entorno, el fresno dimorfoLlamado así porque su follaje puede estar formado por hojas pequeñas y densas o por hojas largas y aéreas, según el estadio de desarrollo y los niveles de presión (Fraxinus dimorpha). El meticuloso cuidado que se presta a la poda periódica de los árboles, así como los usos cíclicos e imbricados para el suministro de recursos diversificados –forraje otoñal esencial para el mantenimiento de los rebaños y diversos materiales de construcción– permiten protegerlos y garantizar un entorno semiforestal necesario para la biodiversidad asociada a ellos, incluso cuando las condiciones ambientales son adversas o están degradadas.

     

    Por su sabor y cualidades nutricionales, la atanga, o safú es una fruta muy apreciada por los consumidores de África Central, además de un importante recurso para la seguridad alimentaria y la economía rural.

    © IRD - Aurore Rimlinger

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    En otro ejemplo, investigaciones recientes han demostrado el valor de las tradiciones agroforestales para conservar la biodiversidad del atanga, o safú, un árbol frutal centroafricano. Originario de las selvas tropicales que se extienden desde Nigeria hasta la República Democrática del Congo, este árbol produce una ciruela cuyo sabor y cualidades nutritivas son muy apreciados por los consumidores de la región. « Hemos comprobado en Camerún que los numerosos ejemplares de atanga que crecen en la ciudad presentan una rica diversidad genética, casi comparable a la que se encuentra en la selva tropical, su medio natural », explica Jérôme Duminil, genetista del IRD, de la unidad de investigación DIADE. « Esta biodiversidad tiene que ver con los hábitos de las personas, que guardan y plantan los huesos de las frutas que más les han gustado. Así es como variedades sabrosas, productivas y resistentes se distribuyen regularmente de provincia en provincia, del campo a las ciudades, de los bolsillos de los consumidores a los agrobosques, las huertas familiares o los huertos urbanos ». Esta circulación y la reproducción de los árboles mediante la siembra de semillasCada árbol lleva la herencia genética de sus dos progenitores, y la herencia de uno u otro puede tomar el relevo cuando se planta una semilla en el suelo. 1 mantienen una amplia mezcla genética y confieren a este ciruelo una valiosa ventaja para resistir a las amenazas parasitarias y climáticas. También abre la posibilidad de realizar selecciones basadas en características favorables para aumentar la productividad de los árboles sin necesidad de insumos. « El objeto de esta investigación es comprender y predecir el impacto de los cambios en las prácticas de cultivo y las condiciones ambientales sobre el mantenimiento de la diversidad genética de las especies frutales locales de interés alimentario y económico », explica Marie-Louise Avana-Tientcheu, especialista en agrosilvicultura y domesticación de especies silvestres con alto potencial socioeconómico de la Universidad de Dschang (Camerún).

    Una agroforestería defensiva

    Le Faidherbia albida, un arbre ressource pour l’agroforesterie soudano-sahélienne, fournissant bois, ombrage et fourrage, est associé à des cultures vivrières.

    © IRD - Josiane Seghieri

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    En los márgenes del Sáhara, en las regiones áridas y semiáridas sudanosahelianas, la agrosilvicultura es una práctica agrícola familiar de siglos que constituye la mejor defensa contra la desertización galopante. Surgió en cuanto el número de ocupantes se hizo demasiado grande para continuar con la agricultura itinerante, y consiste en preservar ciertos árboles al desbrozar el medio natural. Éstos proporcionarán madera para uso doméstico (fuego, artesanía, construcción), frutos y hojas consumidos por la población local o utilizados como forraje para el ganado. Con ello, los agricultores contribuyen a preservar el medio ambiente y a mejorar su negocio, ya que estos árboles proporcionan frescor, limitan las necesidades de agua de otras plantas y algunas especies incluso fertilizan el suelo fijando el nitrógeno atmosférico. Estos « parques » agroforestales han permitido así el desarrollo de cultivos de autoabastecimiento, en rotación con el barbecho, durante siglos a pesar de unas condiciones naturales especialmente duras. « La mecanización de la agricultura, la fragmentación de las tierras, la densificación de las poblaciones rurales más allá de los 50-100 habitantes por km2 (dependiendo de la región) y el control estatal de la gestión forestal dificultan hoy en día el mantenimiento de este tipo de cultivo », explica Josiane Seghieri, especialista en ecología vegetal del IRD en la unidad de investigación Eco&Sols (Écologie fonctionnelle et biogéochimie des sols et agrosystèmes). « Las explotaciones familiares demasiado pequeñas, que ya no se autoabastecen de cereales y cuyos miembros tienen que buscar trabajo en la ciudad, se retiran o dejan de prestar los cuidados necesarios para mantener los árboles ».

     

    Técnicas sencillas, como el zai, ayudan a conservar la humedad y la fertilidad en la base de las plantas cultivadas en entornos semiáridos.

    © Terre Verte

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    Para apoyarles, pero también para difundir más ampliamente esta técnica virtuosa, los agentes del desarrollo acuden en ayuda de las pequeñas explotaciones sahelianas. Basándose en las prácticas tradicionales y en los conocimientos adquiridos gracias a la investigación sobre el tema, sensibilizan y forman a las poblaciones rurales. « La plantación de “árboles fertilizantes” permite desarrollar y mantener la producción agrícola en un entorno semiárido sin recurrir a insumos industriales », explica Firmin Hien, representante de la red de ONG APAF (Association pour la promotion de l'agroforesterie) en Burkina Faso. « También ayuda a rehabilitar los suelos degradados y a renaturalizar las zonas donde ha desaparecido la cubierta vegetal ». La agrosilvicultura, mediante el desarrollo de una cubierta vegetal leñosa, es una forma de atemperar los efectos de los fenómenos climáticos extremos.

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    De hecho, esta práctica tradicional es objeto de una impresionante iniciativa internacional para reverdecer los bordes del Sáhara, con el fin de frenar el avance del desierto como consecuencia del cambio climático. Este proyecto, conocido como la Gran Muralla Verde, implica a más de una docena de países de la región: además de una reforestación específica para la repoblación de cultivos desde el Atlántico hasta el Índico, basada en explotaciones familiares, promueve el desarrollo de una serie de sistemas sostenibles de uso de la tierra y una producción agropastoral diversificada y resistente en el Sahel y el Cuerno de África..


     

      La agricultura familiar, que sigue estando profundamente arraigada en la organización social y los modelos familiares de las sociedades rurales, está experimentando cambios como consecuencia de las transformaciones sociopolíticas, económicas y demográfica

      © IRD - Jean-Jacques Lemasson

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      Asuntos familiares


      « Marcada por la existencia de vínculos entre la economía doméstica familiar y la de la unidad de producción, pero también por el trabajo de los miembros de la familia, la agricultura familiar sigue estando profundamente arraigada en la organización social y los modelos familiares que estructuran las sociedades rurales», explica Isabelle Droy, socioeconomista del IRD en la unidad de investigación SOURCE (Soutenabilité et résilience). « También refleja las desigualdades en los derechos de los grupos e individuos, por un lado, en función de su sexo, su estatus en la familia y en la sociedad, y de su identidad cultural, por otro ».
      En África Occidental, la mayor parte de la producción agrícola se basa en la agricultura familiar. Esta se caracteriza en la mayoría de los casos por una organización compleja de la producción, en la que, junto al « campo familiar » para la producción alimentaria y/o comercial bajo la autoridad del cabeza de familia, se desarrollan numerosas actividades a cargo de las mujeres (otras producciones agrícolas, transformación de alimentos, huertos domésticos para la alimentación familiar) que contribuyen de manera esencial a la seguridad alimentaria y nutricional de la familia. Sin embargo, las mujeres y los hijos más pequeños tienen menos derechos que los hombres y los primogénitos: acceso precario a la tierra debido a su estado civil, derechos de sucesión reducidos o incluso inexistentes, etc. Esta complejidad, aunque descrita a menudo en la investigación, es ampliamente ignorada por las políticas agrícolas y los agentes del desarrollo, que contribuyen así a reforzar las desigualdades e incluso a privar a las mujeres del acceso a determinados recursos (tierras de regadío, crédito, representación en las organizaciones de productores).
      Estos modelos de familia no son inamovibles, sino que cambian en función de las transformaciones sociopolíticas y económicas, los cambios demográficos, las migraciones, la urbanización y la difusión de nuevos modelos culturales. « Aunque las grandes familias complejas polinucleares constituyen un arquetipo bien conocido de la familia rural de África Occidental, existen muchas otras configuraciones con modelos familiares diferentes que también pueden compartir el mismo espacio », explica Isabelle Droy. En las últimas décadas se han producido cambios significativos, con fuertes diferencias regionales: los más llamativos son el aumento de los hogares monoparentales encabezados por mujeres (que a veces representan un tercio de los hogares en las zonas rurales) y la disgregación de las familias numerosas cuando se lleva a cabo una transmisión de bienes. La consiguiente fragmentación de las explotaciones dificulta a veces el mantenimiento de prácticas de gestión sostenibles.
      Es necesario comprender mejor cómo evolucionan estas explotaciones familiares y cómo se organizan internamente, en un momento en el que se están desarrollando numerosas iniciativas de « agricultura sensible a la nutrición », con el objetivo de reducir la inseguridad alimentaria y nutricional que persiste e incluso se agrava en las zonas rurales.


       

      Agricultores asiáticos y sus clientes en un pequeño mercado rural

      La agricultura familiar, principal fuente de empleo e ingresos en las zonas rurales de los países en desarrollo, es un factor clave para la integración social de las poblaciones rurales.

      © IRD - Jean-Christophe Castella

      Integrar socialmente al mundo rural

      La agricultura familiar es una gran fuente de empleo e ingresos para las poblaciones rurales de los países en desarrollo, por lo que constituye una palanca para sacar de la pobreza a gran parte de la humanidad. Promoverla, integrarla en los mercados y garantizar la viabilidad a largo plazo de sus mecanismos tradicionales, que actúan como amortiguadores frente a la dureza de los términos del intercambioRelación entre el valor de los productos exportados y los importados, a menudo desfavorable para los países exportadores de productos sin transformar, son oportunidades de una vida mejor para los cientos de millones de personas que dependen de ella. La agricultura familiar también es una forma de desarrollo por y para quienes viven en zonas marginales sometidas a fuertes limitaciones ambientales, donde no se aventuran las organizaciones con importante capital, como el agroindustrial. Por último, este tipo de agricultura promueve la estabilidad social y política de las zonas rurales del Sur. Pero detrás de este modelo, motor potencial del desarrollo, las situaciones son cuando menos dispares.

      Entre individualización y familia extensa

      La agricultura familiar cuenta con diferentes modelos de organización, pudiendo abarcar tres o cuatro generaciones, parientes colaterales, hermanos o, por el contrario, un único núcleo familiar de una o dos generaciones.

      © IRD - Tiphaine Chevallier

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      Según la FAO, casi 1500 millones de personas viven actualmente de la agricultura, y una gran parte lo hace a través de pequeñas explotaciones familiares. Y su número va en aumento. « Detrás de las grandes transformaciones demográficas de las sociedades del Sur, con una disminución constante de la población rural y agrícola en términos relativos, en la mayoría de los países, y en particular en el África subsahariana, sigue aumentando el número de agricultores y de explotaciones familiares », explica Éric Léonard, socioeconomista y geógrafo en la unidad de investigación SENS (Savoirs, environnement et sociétés) del IRD. Este tipo de agricultura abarca un amplio abanico de organizaciones: a pesar de la tendencia a la individualización, con la reconfiguración de las explotaciones en torno a un hogar nuclear o bigeneracional –conformado por padres e hijos–, siguen existiendo organizaciones familiares extensas de tres o cuatro generaciones. Los modelos de desarrollo basados en la mejora de la productividad y la integración en la economía para generar ingresos no se adaptan necesariamente a esta heterogeneidad. Por lo tanto, hay que pensar en otros modelos de desarrollo que respondan a la realidad de los modelos familiares existentes.

      Hipotética ventaja comparativa

      El modelo agroindustrial incita a los agricultores de los países en desarrollo a abandonar el autoabastecimiento por cultivos comerciales como el arroz, el café y los cacahuetes. Sin embargo, a menudo contribuye a mantenerlos en una situación muy precaria

      © IRD - Jean-Luc Maeght

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      La búsqueda de la integración económica de los pequeños agricultores del Sur gira a menudo en torno a una reconversión total o parcial de los cultivos de autoabastecimiento hacia cultivos comerciales supuestamente más rentables, como el algodón, el café, el cacao, la soja o el aceite de palma. Cuando se ha basado en la hipótesis de la ventaja comparativaConcepto económico según el cual a un país le interesa especializarse en la producción donde más ventaja tiene, esta transición agraria ha resultado a veces rentable. Por ejemplo, existen oportunidades reales de desarrollo e integración económica en pequeñas explotaciones de alto valor añadido, en nichos de mercado: especias, frutas, materias primas para la industria cosmética... Incluso hay casos de éxito en este campo.

       

      Selección de semillas de quinua en el Altiplano andino, como parte de un ciclo virtuoso de agricultura familiar para producción propia y exportación.

      © IRD - Jean-Pierre Raffaillac

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      El cultivo de la quinua en el frío y árido altiplano de Bolivia es uno de ellos. « Gracias a una organización socioambiental resistente y sostenible, este cultivo de autoabastecimiento y exportador centenario ha sabido adaptarse a la explosión de la demanda occidental y de los precios desde los años 70 », explica Thierry Winkel, agroecólogo del IRD en el CEFE (Centre d’écologie fonctionnelle et évolutive). Basado en la gestión comunitaria de la tierra en las aldeas, con rotación de responsabilidades entre los comuneros y la convicción de que nadie puede poseer la tierra que existía antes y seguirá existiendo después, el sistema perdura y prospera en beneficio de los habitantes. « Con el apoyo de ONG y organismos de certificación extranjeros, las comunidades han sabido adaptar sus normas de uso de la tierra, ampliar las zonas cultivadas de las laderas a las llanuras, regular la mecanización, evitar el acaparamiento de tierras por agentes externos, conservar o restaurar los setos y arbustos de las parcelas y mantener la cría tradicional de llamas », explica el experto. La región es hoy muy dinámica, con migraciones estacionales entre la ciudad y el campo según el calendario agrícola, y experimenta un notable crecimiento económico y social. Pero la transición hacia la producción comercial no siempre es así de exitosa...

      El último eslabón de una cadena injusta

      La quinua, cultivo alimentario y de exportación desde hace siglos en el altiplano andino, ha sabido adaptarse a la explosión de la demanda occidental gracias a una organización socioambiental resistente y sostenible.

      © IRD - Victoire Héran

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      « En Minas Gerais (Brasil), el café era un cultivo entre otros dentro de un sistema agrícola mixto diversificado. A partir de 1980-1990, se convirtió en un monocultivo o casi monocultivo en tierras muy fragmentadas », explica Isabelle Hillenkamp, socioeconomista del IRD en el CESSMA (Centre d'études en sciences sociales sur les mondes africains, américains, asiatiques). « Ha calado una visión del café como commodity Producto comercial estandarizadoque convierte a la agricultura familiar en el último eslabón de una cadena de producción globalizada, muy injusta y lejos de cumplir los ingresos prometidos ». Los pequeños agricultores dependen de los intermediarios, que les compran su producción y les suministran los insumos que necesitan para intensificarla. Además, esta forma de « micro-agrobusiness », como la llaman sus detractores, agrava las desigualdades de género en el seno de la explotación y de la familia. Las mujeres quedan al margen de esta actividad comercial y de las decisiones. Se ven relegadas a una agricultura de subsistencia en pequeñas parcelas, con escaso reconocimiento social. Hacen falta circunstancias especiales para aminorar esta carrera deletérea por el rendimiento económico: la voluntad política de algunas comunidades inmersas en un enfoque agroecológico –para preservar los cultivos de autoabastecimiento y el medio ambiente dañado por la caficultura intensiva– o el fracaso del sector cafetero durante la pandemia de Covid en favor de los cultivos de autoabastecimiento...

      El alto precio de integrarse en el mercado

      El ejemplo de los agricultores indios abocados masivamente al suicidio por sobreendeudamiento pone de relieve el coste social, a veces exorbitante, de la integración de la pequeña agricultura del Sur en la economía mundial.

      © IRD - Jean Riotte

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      Desigualdades de género, endeudamiento familiar, mayor vulnerabilidad ante los imprevistos, dependencia de los mercados, distorsión de la competencia con las subvenciones a la agroindustria del Norte: la integración de la pequeña agricultura del Sur en la economía mundial tiene un coste social. Aunque se limite a determinadas regiones del país y a unos pocos cultivos, el ejemplo de los agricultores indios que se han visto abocados masivamente al suicidio desde principios de la década de 2000 por sus deudas insalvables con los proveedores de insumos es dolorosamente revelador. « La búsqueda de rentabilidad inherente a la mercantilización de la agricultura familiar va acompañada de un uso sostenido de fertilizantes, productos fitosanitarios y semillas seleccionadas o mejoradas », explica Jean-Christophe Castella, geoagrónomo del IRD en la unidad SENS. « Estos insumos son fácilmente suministrados a crédito por el sector agroindustrial donde se vende la producción. Pero en este entorno de tensiones financieras, una mala cosecha se traduce inmediatamente en un endeudamiento excesivo de los pequeños agricultores ».  Lo que era un año difícil en los tiempos de la agricultura de subsistencia se ha convertido ahora en una quiebra que pesa sobre toda la familia.

       

      La productividad de un agricultor familiar del Sur es 1000 veces inferior a la de un gran productor altamente mecanizado del Norte, respaldado por una intensa cadena técnica.

      © IRD - Tiphaine Chevallier

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      Las fluctuaciones a la baja del precio de los cultivos comerciales pueden actuar del mismo modo, amenazando el equilibrio entre la inversión productiva en insumos y los resultados reales en términos de cosechas. Sobre todo porque este equilibrio es frágil: « La productividad de un agricultor familiar del Sur es 1000 veces inferior a la de un gran productor mecanizado del Norte, respaldado por una intensa cadena técnica », explica Éric Léonard. « Mientras el primero consigue producir una tonelada de cereales al año por trabajador, ¡el segundo produce 1000! Además, este último se beneficia de un arsenal de subvenciones públicas que reducen aún más sus costes y aumentan su competitividad ». La competencia es tanto más dura cuanto que los mecanismos de protección de los mercados agrícolas que existían en algunos países del Sur han sido desmantelados en nombre de la liberalización del comercioCon el fin del apartheid y la transición a una economía de mercado en Sudáfrica, con la apuesta por una reforma económica más amplia en la India, con motivo de la integración del acuerdo TLCAN en el caso de Brasil, de un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos en el caso de Marruecos y de un acuerdo de libre comercio con Europa en el caso de Egipto, con el pretexto de ajustes estructurales en Senegal, Ghana o Nigeria...1. El desarrollo de determinados productos agrícolas en el Sur ha ido en detrimento de los cultivos de autoabastecimiento locales. La competencia con los alimentos importados del Norte les ha hecho perder su ventaja competitiva.  « Los sectores en desarrollo no han podido absorber el crecimiento demográfico en las zonas rurales de África, donde los jóvenes ya no encuentran trabajo en la agricultura tradicional, que se ha visto minada por la competencia internacional », afirma el experto.

      Salir del agronegocio

      Las autoridades indias apoyan a las pequeñas explotaciones familiares dedicadas al autoabastecimiento proporcionándoles electricidad gratuita para las bombas de riego y facilitándoles el acceso al mercado.

      © IRD - François Molle

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      Así pues, no es de extrañar que la agricultura familiar, por un lado, y su costosa intensificación, por otro, susciten desconfianza e iniciativas alternativas. « Entre las jóvenes generaciones de los países del Sur existe un cierto desapego por la agricultura familiar, que se percibe como sinónimo de pobreza, o incluso de empobrecimiento », afirma Éric Léonard. « Y cuando se dedican a ella, a menudo es de forma temporal, con la esperanza de reunir los fondos necesarios para una integración urbana o una emigración más gratificantes ».
      En la India, ante los contratiempos sufridos por las pequeñas explotaciones implicadas en el micro agronegocio, las autoridades han desarrollado un programa de apoyo a la llamada small scale farming. Inspirado en los principios de la agroecología[nota: Enfoque de la agricultura que pretende crear sistemas de producción sostenibles y resistentes, en armonía con el medio ambiente y las comunidades locales], el programa apoya a las explotaciones que emplean mano de obra familiar, con cultivos de autoabastecimiento, cierta diversidad y rotación de cultivos. El plan les proporciona electricidad gratuita para las bombas de riego y facilita el acceso de sus productos al mercado. Isabelle Guérin, socioeconomista del IRD en el CESSMA, afirma: « Sin embargo, las ayudas que se ofrecen siguen siendo insuficientes y están repartidas de manera desigual. No bastan para compensar la dependencia financiera de la agroindustria y la creciente necesidad de dinero en efectivo, ya sea para pagar la educación o la boda de los hijos, para mejorar la vivienda o para satisfacer las aspiraciones de integración a través del consumo ». La diversificación de las actividades domésticas, que pasa sobre todo por la emigración a la ciudad de los hombres, sigue siendo la mejor manera de garantizar la supervivencia a largo plazo de las explotaciones familiares, aunque a menudo se haga en malas condiciones. Apoyar esta pluriactividad es sin duda una vía de acción. Desgraciadamente, aún no se ha reflexionado lo suficiente sobre ella.

      Alternativas agroecológicas

      La agrosilvicultura, que combina plantas y árboles complementarios, es una alternativa creíble al drástico cambio que supone entrar en el mercado, sobre todo para las explotaciones familiares del África subsahariana.

      © IRD - Tiphaine Chevallier

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      En la actualidad, muchas iniciativas se centran en el desarrollo armónico de la agricultura familiar como medio para escapar tanto de la pobreza como de los efectos adversos de la brusca integración en el mundo mercantil. En la región del Sahel, por ejemplo, se está promoviendo la agrosilvicultura[nota: Técnica que consiste en plantar árboles y cultivos en asociación para mejorar la fertilidad del suelo y producir cultivos de valor añadido] como alternativa a los insumos químicos, pero también como medio de complementar los ingresos de las poblaciones rurales. « La regeneración de la agrosilvicultura del árbol de karité[nota: También conocido como “árbol de mantequilla”, da nueces cuyas semillas se utilizan para producir manteca de karité, muy utilizada en cosmética], su desarrollo en las comunidades donde aún no se cultiva y la difusión de técnicas silvícolas para mejorar su productividad permiten a las explotaciones familiares generar ingresos valiosos para satisfacer las necesidades de los hogares rurales », señala Hermann Ouoba, botánico y ecólogo de la Universidad Joseph Ki-Zerbo de Uagadugú (Burkina Faso).  Este árbol saheliano, cuyo fruto se utiliza en cosmética y es el cuarto producto de exportación del país, no crece en ningún sitio mejor que en campos con barbecho y cultivos de autoabastecimiento…

      La campaña contra los efectos perversos del micro ‘agribusiness’ en Brasil está liderada por asociaciones de mujeres rurales, que denuncian las desigualdades de género en la agricultura y reclaman políticas a favor de la agroecología.

      © IRD - Marion Disdier

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      En Brasil, la alternativa también procede de las propias poblaciones rurales. Isabelle Hillenkamp cree que « ha habido un proceso de aculturación en el campo acompañado por la irrupción de la agroindustria y sus prácticas rígidas », considera Hillenkamp. « Pero dentro de las propias comunidades se están alzando voces para desarrollar otro tipo de agricultura familiar, basada en la agroecología y que alimente una economía de autoconsumo que satisfaga las necesidades de subsistencia de los hogares ». Este movimiento suele estar liderado por mujeres, que conservan la memoria de las prácticas tradicionales abandonadas por los hombres en favor del «micro-agrobusiness». El movimiento se organizada en torno a asociaciones como la Articulação Nacional de Agroecologia, cuyas reivindicaciones son de índole política –denuncia de las desigualdades de género y sociales–, económica y medioambiental.
      Al final, los conocimientos de los científicos, la experiencia de los agentes del desarrollo y las aspiraciones de muchos de los agricultores afectados son coincidentes: para garantizar la subsistencia de las poblaciones rurales del Sur, la agricultura familiar debe pasar por una transición agraria que permita preservar la capacidad de producción de alimentos y proporcionar ingresos sostenibles a las familias. Ello implica políticas de protección y sistemas de apoyo adaptados a la realidad social de estos sistemas agrícolas y a su diversidad, así como también una transformación de las relaciones de poder entre la agricultura familiar y la agroindustria, y entre los hombres y las mujeres dentro de la agricultura familiar... La investigación ya está trabajando en los modelos más pertinentes. 


       

        Las cercas dividen zonas con diferentes categorías y usos.

        © IRD - Vincent Chaplot

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        El infierno de la propiedad a veces está sembrado de buenas intenciones


        Un título de propiedad garantizado por un organismo público no lo es todo. « Hay un discurso extendido que asocia el derecho de propiedad privada a la seguridad de la tenencia de la tierra de las pequeñas explotaciones familiares del Sur. Este permitiría invertir y generar procesos virtuosos de desarrollo de la productividad, enriquecimiento y mejora global tanto de la calidad de vida de los agricultores rurales como de la situación alimentaria del conjunto de la población », explica Éric Léonard, socioeconomista y geógrafo de la unidad SENS. « Con un título legal, los agricultores podrían acceder a créditos hipotecándolo, o hacer un mejor uso de sus tierras vendiéndolas para invertir en otras actividades ».
        Autoridades, promotores del desarrollo y donantes se pusieron manos a la obra: se han lanzado extensos programas, sobre todo en África, destinados a registrar los derechos consuetudinarios que rigen el uso de la tierra desde tiempos inmemoriales y a transponerlos en derechos de propiedad garantizados por el Estado. Pero la concesión de un título individual exclusivo y privado, que reconoce y legitima a una sola persona usuaria de la tierra, pone en peligro a otros usuarios y prácticas esenciales para el equilibrio de la comunidad y la economía local. « Estos procesos de individualización de la propiedad niegan la existencia de derechos de uso superpuestos entre los agricultores, las mujeres que cosechan karité de los árboles de la parcela o recogen leña muerta para cocinar, los pastores que llevan su ganado a pastar en lo que queda después de la cosecha y los carboneros que vienen ocasionalmente a cortar las ramas altas para hacer carbón, por poner sólo algunos ejemplos », señala el especialista. « Es más, el registro de tierras suele ir acompañado de la expropiación por parte del Estado de porciones de tierras consuetudinarias –barbechos o bienes colectivos sin adjudicar– que luego pueden concederse a empresas o particulares para valorizar los bienes de dominio nacional ». Así que, a veces, el infierno de la propiedad está sembrado de buenas intenciones...


        Primer plano de un plato lleno de comida.

        Próxima a los consumidores y con muchos menos insumos químicos que la agricultura sometida a la presión de los mercados, la agricultura familiar es la forma de organización preferida para la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles.

        © IRD

        Alimentar bien a la población

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        La proporción de la agricultura familiar en la producción de alimentos varía mucho de un país a otro: del 5 % en Nigeria y Brasil al 90 % en ChinaFAO, 2021, https://www.fao.org/news/story/fr/item/1396563/icode/1. Muchas explotaciones familiares utilizan menos insumos químicos que la agricultura comercial, siguen produciendo una gran variedad de cultivos y son lo bastante flexibles para adoptar nuevas prácticas agrícolas. La agricultura familiar es, por tanto, la forma de organización preferida para la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles en los que la agroecología desempeña un papel importante. La agricultura familiar podría proporcionar alimentos más sanos, sobre todo ante los grandes retos de la higiene alimentaria en el Sur. También debería contribuir a sostener los mercados locales y a reducir las amenazas a la seguridad alimentaria que plantea la globalización del comercio.

        Frente a la epidemia de comida basura en el Sur

        El número de personas con sobrepeso u obesidad está aumentando dos veces más rápido en los países del Sur que en los del Norte, afectando a más del 60 % de los adultos en América Latina y casi el 40 % en África en 2020.

        © PX Here - Creatives commons - Domaine public

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        La comida basura[nota: Dietas perjudiciales para la salud] y sus consiguientes problemas de salud, que durante mucho tiempo fue algo exclusivo de los países ricos, se han extendido a los países del Sur. La abundancia de la oferta alimentaria vinculada a la producción agroindustrial seduce a sus poblaciones, para las que representa una nueva forma de prosperidad. Y las enfermedades crónicas causadas por los desequilibrios alimentarios, los productos de mala calidad y los ultraprocesados industriales campan ahora a sus anchas por América Central y del Sur, el Magreb, Oriente Medio, el África subsahariana, Asia y Oceanía. La obesidad, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y otras complicaciones asociadas se han convertido en verdaderos problemas de salud pública, sobre todo en las zonas urbanas. Y los sistemas sanitarios no siempre disponen de los recursos necesarios para afrontarlos con eficacia. « Las zonas urbanas de África son focos importantes de desarrollo de enfermedades crónicas derivadas de la alimentación », afirma Éric Verger, especialista en epidemiología de la nutrición de la unidad MOISA del IRD. « Junto con el cáncer, se convertirán en las nuevas grandes causas de mortalidad ».

         

        La abundante oferta actual de productos alimentarios ultraprocesados seduce a las poblaciones de los países en desarrollo.

        © IRD - Daina Reichner

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        Y a esta reciente profusión de alimentos ultraprocesados, cuyos efectos perjudiciales han quedado claramente demostrados, se añaden a veces otros factores locales: «  Haciéndose eco de una representación cultural que muy a menudo ve en la gordura una señal de buena salud femenina y asocia la delgadez a la enfermedad, el sobrepeso y la obesidad afectan sobre todo a las mujeres de las ciudades africanas. La incidencia del sobrepeso y la obesidad ha alcanzado proporciones epidémicas en tan sólo unas décadas », explica Mathilde Savy, epidemióloga nutricional del IRD en la unidad MOISA, que ha estudiado los hábitos alimentarios en Bamako y su región en el marco del proyecto AgriSaN.

        Trois femmes africaines de corpulence variée.

        © IRD - Denis Rion

        Les préférences en matière d’apparence corporelle féminine ont une certaine influence sur les pratiques alimentaires.

        La perception du corps des femmes en Afrique

        Las clases medias indias aspiran a consumir productos libres de contaminantes químicos, y la agricultura familiar a pequeña escala podría encontrar ahí salidas más rentables que en el sector agroindustrial.

        © IWMI Flikr - Richard Steckel

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        Los retos de una nutrición de calidad

        En este contexto, en el que el abastecimiento local de productos ultraprocesados representa a la vez una oportunidad de desarrollo para las economías del Sur y un grave problema sanitario, la agricultura familiar sostenible es una alternativa prometedora en términos de calidad alimentaria. Los consumidores del Sur empiezan a darse cuenta. « Desde el Covid, las clases medias altas de la India están demandando con fuerza productos "ecológicos" », explica Isabelle Guérin, socioeconomista del IRD en el CESSMA (Centre d'études en sciences sociales sur les mondes africains, américains, asiatiques). « Impulsado por los sonados casos de contaminación química de los alimentos, este mercado está en plena expansión. A falta de un sello como los que hay en Occidente, aquí se habla de natural farming, y el Gobierno ha hecho suya la idea, afirmando que la agricultura natural es inherente al hinduismo ». Así pues, este nuevo mercado cuenta con el apoyo tanto de las autoridades como de una parte de la agroindustria, que ha entendido lo que está en juego. Por el momento, son sobre todo las explotaciones medianas las que se lanzan a ello, teniendo en cuenta los recursos que hacen falta para el barbecho, asumir rendimientos más bajos y acceder a estos mercados urbanos. Sin embargo, algunas políticas muy intervencionistas, como en el Estado de Andhar Pradesh, podrían favorecer la reconversión masiva de las pequeñas explotaciones familiares hacia la agricultura natural, favoreciendo el desarrollo de una alimentación de mejor calidad para los ciudadanos indios. Por supuesto, las cuestiones relacionadas con la calidad y la diversidad de los alimentos no han calado tanto entre las poblaciones rurales.

        Paisajes y dietas variadas

        En los sistemas agroforestales tradicionales de Madagascar, cada familia tiene un huerto frutal multiespecífico y estratificado alrededor de la casa, que combina árboles frutales y leguminosas con otro tipo de cultivos.

        © IRD - Stéphanie Carrière

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        En zonas rurales aisladas con una baja densidad de población, como ocurre a veces en las selvas tropicales de África Central, la cuenca del Congo y Madagascar, por ejemplo, la agricultura familiar proporciona una dieta variada y equilibrada. « La agricultura de tala y quema imperante en estas regiones deja grandes extensiones de tierras sin cultivar o en barbecho, lo que permite el desarrollo de especies silvestres útiles (tanto para la alimentación como para la medicina, ya que a veces existe una delgada línea entre ambas) y de variedades que escapan al cultivo », explica Stéphanie Carrière, etnoecóloga del IRD en la unidad de investigación SENS. « Junto con los productos cultivados que constituyen el grueso de la alimentación, estos aportan un añadido de alta calidad ». Los científicos se esfuerzan por comprender la dinámica en juego y cómo estos sistemas virtuosos podrían adaptarse a los cambios provocados por la presión demográfica, económica y política sin verse totalmente distorsionados.

        La irrupción de los cultivos de mercado en detrimento de los cultivos de autoabastecimiento tradicionales del valle del río Senegal suele conllevar un empobrecimiento del régimen alimentario de la población.

        © IRD - Jean-Luc Maeght

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        Y es que determinadas políticas agrícolas, sumadas o no a perturbaciones medioambientales, ya sean naturales o provocadas por el ser humano (sequía, construcción de presas, etc.), pueden trastocar gravemente la agricultura familiar. « En los últimos sesenta años, por ejemplo, las poblaciones del valle del río Senegal han asistido a un preocupante declive de su sistema alimentario», afirma Éric Verger. « Lo que antes era un cultivo muy diversificado, basado en el sorgo de Alepo y destinado principalmente al autoconsumo, ha sido sustituido por el cultivo intensivo de arroz de regadío, alternado con la producción de cebollas y tomates. Este cambio en la organización agrícola ha supuesto pérdidas significativas en los aportes nutricionales ». Para estos hogares rurales dedicados a la producción agrícola, la búsqueda de soberanía alimentaria de su país, que les empujó a integrar la industria comercial del arroz, ha supuesto un deterioro significativo de su dieta.

         

        En muchos países en desarrollo, donde la población rural sigue siendo mayoritaria, la agricultura familiar a pequeña escala constituye una parte importante y variada de la alimentación urbana, como estas verduras marroquíes camino de los mercados de las c

        © IRD - Thierry Minvielle

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        En muchos países en desarrollo, donde la población rural sigue siendo mayoritaria, la agricultura familiar a pequeña escala constituye una parte importante y variada de la alimentación urbana, proporcionando además recursos relacionados, como la leña para cocinar en Madagascar. Es este modo de producción el que sustenta los objetivos de soberanía alimentaria, reactivados por diversas crisis, como la reciente invasión de Ucrania por Rusia, o la anterior crisis de finales de la década de 2000.

        Hacia la soberanía alimentaria

        A raíz de la crisis de 2008, algunos países descubrieron que les era muy difícil satisfacer sus necesidades alimentarias en los mercados internacionales cuando las reservas mundiales estaban bajo presión.

        © IRD - Ifremer Campagne AWA - Olivier Dugornay

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        « La crisis alimentaria de 2007-2008, y las revueltas del hambre que originó en muchos países del Sur, pusieron de manifiesto el fracaso de la liberalización de los mercados agrícolas », recuerda Éric Léonard, socioeconomista y geógrafo del IRD en la unidad SENS. El modelo basado en las ventajas comparativas y la integración competitiva no ha conducido al desarrollo económico que se esperaba. Sobre todo, ha colocado a los países del Sur en una posición muy vulnerable frente a las perturbaciones del sistema comercial internacional. « La integración competitiva, según la cual los países pueden satisfacer sus necesidades alimentarias acudiendo a los mercados internacionales, no funciona bien cuando las reservas mundiales están tensionadas », explica. « Y no ofrece ninguna garantía de continuidad en el suministro». Es algo que muchos países han descubierto a su costa... Desde entonces, ha ido ganando terreno la noción de soberanía alimentaria, que consiste en asegurar una base de abastecimiento a nivel nacional en lugar de depender de los mercados internacionales para garantizar la seguridad alimentaria. Algunos países con medios para ello, como los de escasa capacidad agrícola de la península arábiga, han recurrido a la externalización de la producción y a la agricultura corporativaForma de empresa agrícola en la que la distribución del capital y la mano de obra está en manos de actores distintos para asegurarse el abastecimiento. «Pero esta estrategia basada en la adquisición de tierras en el extranjero a los gobiernos y a expensas de las comunidades agrícolas locales –a menudo denominada “acaparamiento de tierras”– pone a esta poderosa agricultura corporativa en competencia con los sistemas agrícolas familiares de los países menos ricos del Sur », señala Éric Léonard, especializado en estas cuestiones. De este modo, garantizar el abastecimiento de algunas poblaciones del Sur podría poner en peligro el de otras, sobre todo en los países más pobres, donde se espera que la agricultura familiar contribuya a la soberanía alimentaria.

        Algunos países ricos con escasa capacidad agrícola han externalizado su suministro de alimentos, recurriendo a la agricultura corporativa y a la compra de tierras a países menos ricos, a menudo en detrimento de la agricultura familiar a pequeña escala en

        © IRD - Laure Emperaire

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        Pero este « auge » de la agricultura corporativa corresponde también a un movimiento interno en algunos países del Sur, sobre todo en el África subsahariana, de inversión en el sector agrícola por parte de las élites políticas y urbanas. « Estas élites aprovechan la crisis estructural de la agricultura familiar y las políticas agrarias desfavorables a los sistemas de derechos consuetudinarios para adquirir tierras en las zonas rurales », explica el especialista. « Aunque estas dinámicas son menos visibles que las grandes inversiones extranjeras, pueden afectar a zonas mucho más extensas que estas últimas ».

        Inseguridad rural e intensificación agroecológica

        Con una producción muy diversificada, la agricultura familiar basada en la agroecología ofrece una resistencia inestimable frente al cambio climático.

        © IRD - Geneviève Michon

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        Paradójicamente, por debajo del nivel nacional, los focos de inseguridad alimentaria en los países del Sur se centran en las zonas rurales, donde predomina la actividad agrícola. La idea de que la salida a la escasez recurrente de alimentos es abandonar los cultivos de autoabastecimiento, que son trampas de pobreza, y dedicarse a la producción especializada es muy popular en algunos círculos de desarrollo. Sin embargo, este modelo no funciona en muchos contextos, como el África subsahariana, y produce efectos perversos: dependencia, endeudamiento, desigualdades de género y vulnerabilidad al cambio global. Para los expertos de la FAO, la agricultura familiar, combinada con la agroecología, es la mejor forma de conseguir sistemas alimentarios sostenibles. « Con una producción muy diversificada, la agricultura familiar ofrece una resistencia inestimable frente al cambio climático », explica Éric Verger. Como en los proyectos DINAAMICC e Innov’Earth actualmente en curso en Madagascar, los investigadores están trabajando activamente para aumentar la productividad y la resiliencia a través de una mejor integración de la ganadería con la agricultura, la selección varietal participativa, prácticas que promuevan la fertilidad y restauren las funciones del suelo, y mejoras en el rendimiento y el contenido nutricional de los alimentos producidos ».


         

          Gracias al bocage, la agrosilvicultura, los abonos orgánicos, las técnicas de recogida de agua y las prácticas basadas en la meteorológica, los agricultores sahelianos tienen sus cosechas garantizadas haga el tiempo que haga.

          © Terre Verte

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          La promesa cumplida de la agroecología saheliana

          Bocage, zai[nota: Técnica consistente en cavar hoyos de unos treinta centímetros de profundidad, rellenos de materia orgánica, con un borde de tierra para recoger el agua de lluvia, donde se sembrarán las plantas cultivadas, setos para impedir el paso del ganado, freno a la tala y quema, prácticas climáticas inteligentes: las técnicas agroecológicas probadas in situ por científicos y agentes del desarrollo están dando resultados tangibles. « En la zona de producción de cacahuete de Senegal, donde animamos a los agricultores a sembrar y tomar decisiones técnicas según las previsiones meteorológicas y climáticas, a limitar el uso de insumos químicos en favor del estiércol, a dejar de quemar la biomasa leñosa producida por la tala al desbrozar las parcelas y, en su lugar, a enterrarla para aportar materia orgánica, manteniendo una cierta densidad de árboles y eligiendo variedades de semillas adaptadas al perfil de la estación, los rendimientos han aumentado entre un 55 % y un 60 % », explica Diaminatou Sanogo, especialista en agroecología del Instituto Senegalés de Investigación Agrícola (ISRA). Estas prácticas sostenibles, que se engloban bajo el epígrafe de agroecología, permiten a los agricultores producir más y con mayor regularidad, preservando al mismo tiempo la salud del suelo, el agua y la biodiversidad, y reduciendo los costes.  
          En Burkina Faso, la apuesta por el bocage saheliano está dando sus frutos. Basándose en una red de asociaciones interaldeanas y explotaciones piloto, una ONG responde desde hace casi 35 años a las peticiones de los agricultores que desean asegurar su producción en un entorno semiárido. Alain Gouba, sociólogo del desarrollo y especialista en agricultura sostenible de la asociación Terre Verte, explica: « El desarrollo de zonas de bocage*, gestionadas como copropiedades de tierras rurales, permite optimizar los recursos hídricos basándose en el principio de cero pérdida ». La técnica del zai, los setos y los montículos para evitar la pérdida de agua entre cada parcela, la protección del perímetro cultivado contra la incursión de los animales y la agrosilvicultura en los campos han permitido reducir considerablemente el impacto de las frecuentes incidencias climáticas en la producción: « Ya no hay hambruna, ni siquiera en caso de sequía, y los agricultores siempre cosechan productos, sin importar lo dura que sea la cosecha», asegura el especialista. « Nuestro método se conoce incluso como “seguro de cosecha” ». En la actualidad, se han adecuado casi 2000 hectáreas de tierras agrícolas en forma de bocage a petición de los agricultores.

           

          *Más de 100 ha cada una, en las que cada familia explota una parcela de 2,56 ha dividida en 4 parcelas de 0,64 ha cada una.